La carretera que lleva al Centro
Penitenciario de Alhaurín de la Torre, que es el destino de
moda este verano, resulta liosa, está sin señalizar, tiene
rotondas claramente innecesarias y si se llega a la cárcel
es porque te llevan conducida en un ataud de hierro guiado
por los picoletos, o porque te iluminan la lógica y el
Espíritu Santo.
El truco te lo dicen: Llegas a Churriana, luego hasta la
rotonda de las palmeras de los viveros Guzmán, allí se gira
y se coge la carretera y luego siempre girando y a la
derecha, como Dios manda. El único cartelillo es una cutre
indicación y antes de torcer de nuevo a la derecha tirando
para la sólida construcción de la prisión, a la izquierda,
cosa rara, hay una sucísima venta que no hace más negocio
con los familiares de los presos porque está muy mal
atendida. En mis tiempos dorados con mi hijo mayor Gabriel
Pineda de las Infantas, que una vez se llevó por delante la
barrera de seguridad del puesto de la Guardia Civil
conduciendo a toda pastilla y hablando a la vez por dos
móviles (no vean el susto de los guardias, sacaron hasta las
armas porque no sabían de que se trataba aquella exhalación)
pues eso, en nuestros bellos días azules, la venta estaba
atendida por un matrimonio muy laborioso que ponía almuerzos
camperos, sanos y abundantes y allí comíamos saliendo o
entrando al o del talego y allí trabajábamos en nuestras
agendas escritas en diferentes colores.
Gabriel se fue a la luz y tardé mucho tiempo en pararme en
la ventita, para entonces había cambiado de dueños y tenía
un tiene un aspecto cochambroso y descuidado. Por eso se
paran poco las familias. Aunque Alhaurín tiene el inmenso
inconveniente de que carece de cafeterías como Córdoba o el
desastre de Botafuegos, aquí hay un mostradorcito atendido
por un argentino. Lógico. En la Costa la hostelería la están
copando los porteños que encima acarician el español con
sones de tango y son amabilísimos.
Los familiares hacen cola, luego toman algo, recién
apuntados y luego hacen de nuevo colas, siempre hablando de
los malayos y del postín de los familiares marbelleros que
se acercan a visitar al clan de los millonetis. Si
tuviéramos que atender a las charlas talegueras “todo” el
mundo conoce a Roca y a Julián Muñoz y miran con mala uva a
los periodistas del corazón que hacen guardia hora tras hora
para ver si pillan a la Pantoja llegando a comunicar. Mala
estrategia la pantojil. Debería mandar a un propio y alertar
a los familiares para que la protejan si llega a comunicarse
con el ex alcalde, ella es medio gitana, zu primo, y en esta
cárcel la etnia gitana aparece con una importante
representación y en plan solidario, las mujeres se lanzarían
como fieras a majar a palos al cámara que quisiera robar la
foto de Isabel desencajada, con su certificado de
convivencia en la mano o con el DNI haciendo guardia hasta
que abran la ventanilla de comunicaciones.
La verdad es que existen periodistas, existen plumillas y
existen carroñeros del corazón que buscan la carnaza del
dolor ajeno y hacen preguntas, alcachofa en mano, con voces
chillonas y destempladas, unas voces que piden a gritos un
buen profesor de dicción. Si mis primas gitanas se ponen a
hacer causa común con el derecho de Isabel a comunicar en
paz las alcachofas se las iban a meter por el culo a los que
buitrean en el verano alhaurino, pasando calores frente a la
puerta del Centro. Por mi que les jodan.
El amarillismo reporteril está bien como entretenimiento,
pero yo prefiero explicaciones periodísticas sobre el
suntuoso veraneo de Zetapé antes que enfrentarme al gesto
contrito de la Pantoja en su papel de mujer de preso. Yo he
sido mujer de preso, cuando lo de mi anciano esposo Erik el
Belga y es un papel muy triste y el recorrido hasta los
locutorios tiene mucho de vía dolorosa. Aunque no hay que
avergonzarse.Nuestra Madre, esa mujer judía, fue madre de
preso y si ella aguantó, es que se puede aguantar, aunque
siempre hemos de pedirle al buen Dios que no nos mande todo
aquello que somos capaces de soportar, porque el ser humano
tiene una capacidad inmensa para soportar el sufrimiento,
por eso mejor pedir al Señor que nos ahorre pulsos con el
dolor y no tener que aceptar el reto.
El verano alhaurino es duro y caluroso. Aunque la cárcel es
un modelo de excelente gestión y funciona de puta madre
dirigida por un director joven que hace volver cabezas
femeninas a su paso y despierta algún que otro suspiro.
Funciona y se nota. Hasta en los lugares más tristes como
son los módulos de enfermería. Nada que ver con Botafuegos
que es una cárcel que yo personalmente detesto, por todo,
por lo que me han referido, por lo que me ha tocado vivir en
la piel de mis pobres clientes. Alhaurin es un cinco
estrellas y si comparamos con el horror de Jaén sobrepasa la
puntuación. Eso si, se están construyendo once nuevas
cárceles, sin capilla, para apenar aún más a los reclusos y
que se sientan más solos, pero con menús islámicos, porque
con los moros Zetapé y los suyos no se atreven, les dan yuyu
¿Hay alguien que quiera relatarme alguna historia para no
dormir del módulo nueve de Topas?. Acepto todas las
informaciones e intento contrastarlas, hablo de lo que,
humildemente, me es conocido y digo que Font Calent es una
cárcel zarrapastrosa pero con una dirección llena de buenos
propósitos y unos funcionarios number one. Granada, a nivel
locutorios, es bastante siniestra, Albolote, que es como se
llama y las cárceles madrileñas no son buenas, son tristes y
están muy lejos. Para una cárcel madrileña yo prefiero Ceuta
y Melilla, que son poca cosa, pero que tienen un equipo
humano fetén en plan dirección y gestión.
¿Qué si me obsesiona el tema carcelero? Bueno, colegas, con
las nuevas leyes de conducción y las restricciones, lo mismo
alguno de ustedes tiene que chupar reja ¿Qué dicen ustedes,
que eso no le pasa a la gente “normal”?No bromeen, he
conocido a mucha gente normalísima y buenísimas personas que
han pasado un quinario taleguero y luego han sido absueltos
y, cosa rara, los culpables del quinario no han recibido la
justa retribución. Nadie está libre de una desgracia. Pero
si llega el momento de hacer colas, mejor el paisaje
alhaurino, pese a los buitreadores del colorín y a la
ventita de las moscas.
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