Siempre se ha dicho, y quienes lo
han dicho sus razones tendrán para decirlo, que tiempos
pasados nunca fueron mejores.
Servidor, con el debido respeto a quienes lo han dicho y a
quienes así piensan, quiero decir y digo que, como todas las
cosas de la vida, eso también es discutible.
Como he prometido que, en estos días dedicados a las fiestas
patronales en honor de la patrona de Ceuta Santa María de
Africa, no voy a tocar más temas que los de la feria
siguiendo fiel a mi palabra, cosa a la que nunca fallo,
vamos pues, a dedicarlo todo a la feria, incluso lo de
discutible que las ferias pasadas nunca fueron mejor que las
actuales, por aquello de que nunca tiempos pasados fueron
mejores.
Y les decía que todo eso es discutible, porque pensando en
aquellas ferias que tenían su sede en el Muelle Cañonero
Dato, se me antojan que fueron muy superiores a las ferias
actuales. Me explico.
Las casetas montadas por el desaparecido Centro de Hijos de
Ceuta, Centro Cultural de los Ejércitos, Suboficiales, Unión
Africa Ceutí o la Popular superaban, en mucho, a las
actuales.
Aquella caseta del Rebellín, de mampostería con olor a
jazmines, perfectamente cuidada por María Miajas, era la
envidia de todos los que llegaban de fuera y eran invitado a
la misma.
Aquella rivalidad mantenida, años tras años, por el Centro
de Hijos de Ceuta y por el Centro Cultural de los Ejércitos
por conseguir las mejores atracciones iba, sin lugar a
dudas, en beneficio de la feria de Ceuta porque,en esa
lucha, Ceuta conseguía traer, a sus fiestas patronales, a
las mejores atracciones nacionales e internacionales.
Aquel señorío, de aquéllas noches de verano, con las mujeres
ceutíes portando sus mejores galas, acompañadas por sus
esposos o novios con traje y corbata, daban al recinto
ferial un don de gente irrepetible, como irrepetibles sería,
hoy día, poder contar con todas aquellas estrellas que
desfilaron por la ferias de Ceuta en aquellos años.
Aquellos años son irrepetibles en todos los conceptos
porque, aquellas ferias de Ceuta, fueron consideradas con
toda justicia como una de las tres mejores de Andalucía.
Pasaron los años y el recinto ferial, por imperativos, tuvo
que instalar sus casetas de feria en la Gran Vía. Y allí
nacieron las auténticas casetas familiares, Las Penas, Los
Varales, Agüita de la India, El Agüjero y Los Abánicos entre
otras.
Esas casetas nacieron por deseo expreso de unos grupos de
amigos que, durante nueve días, trasladaron el comedor de
sus casas al recinto ferial y que,. al final de las fiestas
patronales, había que rascarse el bolsillo de sus fundadores
porque, siempre, había un déficit al que hacer frente.
No había, por tanto, ningún ánimo de lucro por parte de los
fundadores de las casetas familiares donde, además, sus
fundadores se dejaban, cada día, una buena pasta, en invitar
a todos aquellos amigos, queles hacían una visita, y a los
que no se les permitía pagar ni una sola peseta porque, al
fin de cuentas, erán unos amigos que venían de visita a la
casa.¿Y quién es el qué es capaz, cuando una visita llegue a
casa y se tome un café, pedirle el coste del mismo?. Nadie.
Con permiso, de todos ustedes, quiero rendirle desde aquí,
un homenaje a mi hermano Pepe, alma mater de “Los Abánicos”,
al que nos unimos ocho amigos dispuestos a sacar adelante el
proyecto.
Podemos decir, con auténtico orgullo que, en nuestra caseta,
cada noche, había una actuación de un grupo de sevillanas de
renombre. Por ella desfilaron, el poeta sevillano, Francisco
Palacio ”El Pali”, Los de Sevilla que dedicaron e incluyeron
en uno de sus discos unas sevillanas dedicadas a Ceuta, Ecos
del Rocío, Los Maravillas, Solera 4, Los Romeros de la
Puebla, Los de Gines y otros grupos de categoría que, en
estos momentos no recuerdo además, para que no nos faltase
de nada la Orquesta Juan y Victoria amenizaban, cada noche
la velada.
Nada de extrañar, pues, que a todos los componentes de la
caseta, nos costase dinero al final de la feria. Sin esa
aportación especial, de cada uno de nosotros, dfícilmente
hubiésemos podido ofrecer todas y cada una de esas
actuaciones en nuestra caseta. A laque además de ese dinero
dedicábamos, más hora que un reloj, en montarla, adornarla y
al final, recogerla.Trabajo que recaía en nuestras mujeres
trabajando a destajo, para que todo estuviése a punto.
Hoy, pocas casetas están ataviadas con motivos andaluces, no
hay ninguna preocupación por ello, simplemente cuatro
farolillos y algún que otro mantón de manila.
Las auténticas casetas familiares se han perdido o sonmuy
difíciles de encontrar en el recinto ferial.
Hoy, desgraciadamente, nadie traslada el comedor de su casa
a su caseta, sólo son bares trasladados al recinto ferial a
ganar dinero.
Por ello decía al principio, que eso de que nunca fueron
mejores tiempos pasados, era discutible. Me quedo con las
ferias pasadas.
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