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OPINIÓN - SÁBADO, 29 DE ABRIL DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Malos hijos
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

El incremento, de unos años a esta parte, de la delincuencia juvenil es un hecho evidente, las estadísticas cantan y el fracaso de la llamada Ley del Menor ya fue vaticinado por expertos desde el comienzo de la aplicación de la normativa. El primer error es el propio nombre de la Ley, que, según muchos, debería llamarse Ley del Joven, porque la palabra “menor” suena cursi y bobalicona, una normativa para menores de catorce años poco más o menos.

A nadie se le ocurre llamar “menor” con tono almibarado a un mastuerzo de dieciséis o diecisiete año con la complexión de un armario y capaz de cometer cualquier tipo, hasta el más violento, de los hechos ilícitos. Tipos que, si son detenidos, llevan su conflictividad a los centros de reforma, porque, para que nos vamos a engañar, para determinados mayores de dieciséis años, el régimen penitenciario normal en una prisión convencional, custodiado por funcionarios y asistido por personal cualificado en un módulo de menores, es infinitamente más apropiado y da más resultados de cara a la reinserción que un centro de reforma del que, de entrada, se pueden escapar.

Sobre “menores” hay mucho y extenso que opinar, porque el fenómeno del aumento de la delincuencia y la sensación de impunidad de los delincuentes, tendrá que ser en algún momento atajado, por puro clamor social. Ya existe desde el asesinato de la niña Klara una Plataforma para la Reforma de la Ley que lleva recogidas cientos de miles de firmes y que está capitaneada por alguien tan poco sospechoso de ser intransigente como es Esteban Ibarra el presidente del Movimiento contra la Intolerancia.

Pero mientras las temibles maras sudamericanas se implantan en las grandes ciudades, la delincuencia infantil de pequeños rumanos utilizados por sus propios padres es alarmante y los pandilleros se adueñan de la noche, de la movida y del botellón. Padres permisivos, ausencia de valores claros, absentismo escolar e incultura, familias desestructuradas y, lo que es más grave y está creciendo a ritmo vertiginoso : jóvenes e incluso niños a los que, sus propios padres tienen que denunciar por malos tratos. De ello puedo dar cuenta como abogado porque he vivido el fenómeno en carne de progenitores desesperados que han venido a pedir ayuda antes de comenzar el Vía Crucis entre denuncias a la Fiscalía de Menores, denuncias en los Juzgados e incluso en las comisarías y si se dice y es cierto, que no hay dolor más grande que sobrevivirle a un hijo, puedo añadir que hay un segundo dolor inmenso que es suplicar para que saquen a un hijo de tu casa y el internen “donde sea” como dicen los padres “en un centro, en un colegio, en un hospital, pero no podemos con él”. He latido con las peticiones angustiosas de ayuda por parte de padres golpeados, atacados y amenazados por malos hijos y puedo decir que, aunque el papel de los Juzgados de Menores es fundamental y de un garantismo absoluto, conozco el tema por lecciones magistrales impartidas por la que fuera Jueza de menores en Ceuta mi comadre y casi hermana Maria Luisa Roldán, puedo añadir que, también he conocido a los “elementos” a los hijos malos y para mi, como abogado, la casi totalidad de esos auténticos bichos, no eran carne de reformatorio, ni tan siquiera de un módulo de prisión de menores, sino de psiquiátricos juveniles en régimen cerrado.

Yo no me he topado con perversos hijoputas menores de edad, sino con auténticos enfermos mentales, muchos como consecuencia de toxicomanías, de mezclar anfetaminas con cocaína, porros con alcohol, pastis de discoteca con la novedad del peyote que están entrando de Sudamérica, heroína ninguno. Revuelto y crack más de dos y más de tres. Y lo interesante sería saber si los comportamientos y las auténticas crisis psicóticas que sufren son consecuencia de sus adicciones o si, por el contrario, una insana mental anterior les hace presa fácil de cualquier tipo de adicción. Y el sistema no responde a los enfermos mentales, ahí están las asociaciones de familiares de esquizofrénicos que se reúnen para darse un poco de consuelo porque, el loco, está en el psiquiátrico un par de días y luego de vuelta a casa para sociabilizar y con su tratamiento puesto. Para servidora, falla escandalosamente la red sanitaria de asistencia a enfermos mentales y a nivel juvenil, centros específicos para tratar y curar a los sociópatas, psicópatas, bipolares, toxicómanos o sencillamente individuos perversos en las condiciones de buenas clínicas psiquiátricas cerradas creo que no hay.

Si conocen alguna me la dicen porque se de varias familias con jóvenes candidatos a residentes, siempre que cubra el tratamiento la Seguridad Social, por supuesto, porque de lo contrario habrían de derivarse a clínicas privadas a precios prohibitivos, está visto que, en España, hasta para estar demente hay que ser de postín y tener buenos dineros.

Pero mientras se traga, con una especie de deglución blanda y babosa, la existencia de la tragedia familiar de los hijos violentos, las estadísticas crecen y llegará un día en el que “alguien” del Gobierno se sensibilice y pasará con las familias víctimas de los malos hijos como con las mujeres víctimas de la violencia de género y se contemplará con idéntico interés a ambos colectivos de maltratados. Mientras tanto se seguirá hablando con voz grimosa de reeducación, reinserción y readaptación, pero a ver quien es el listo que educa, reinserta o adapta a un enfermo que lo que necesita es tratamiento químico y no charlas de educadores ni de mediadores familiares. Padres maltratados por malos hijos. Que dolorosa tragedia.
 

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