Ego, me confieso una inmensa
receptora de noticias, será que vivimos en esta era
globalizada donde todos estamos ahítos de información y
muchos de nosotros, al tiempo, sedientos de conocimientos.
Pero si hay un tema que siempre me ha inquietado, dentro de
la avalancha informativa que nos torpedea a diario, es el
del nebuloso e inquietante “tráfico de influencias”
¿Equivale tal vez esta figura a la de la “recomendación” de
toda la vida? Porque hemos nacido, crecido y madurado oyendo
hablar de “recomendaciones” y “recomendados” y siempre lo
hemos visto como algo normal y al tiempo hemos adoptado una
postura un tanto pesarosa porque, la recomendación era
objeto de deseo y apertura directa de muchas puertas tan
solo asequibles para algunos elegidos. En las oposiciones,
en los exámenes, en los concursos de méritos, en las
instituciones e incluso en el Ejército donde se hablaba de
que habían recomendado a tal soldado y había acabado en el
cómodo puesto de chofer de un general. ¿Qué hubiera sido de
nuestra España Cañí sin las seculares “recomendaciones”?
¿Quién no ha conocido a través de su aventura vital a
alguien que presumía de conocer a un tercero que tenía
“mucha mano”?. La España del Lazarillo de Tormes latía en
esos tejemanejes que pertenecían a la más genuina picaresca,
porque la picardía late en nuestro ADN, es algo innato al
ser español, por muy atemperado que se haya vuelto por la
evolución social y cultural.
Pero, como nos hemos vuelto la cagaíta de la paloma, ahora
dudamos entre los que es “echar una mano” o “echar un cable”
y el genuino tráfico de influencias. Porque, puestos a ser
puristas, la sencilla carta recomendando al opositor a un
miembro del tribunal puede ser constitutivo de un tráfico de
influencias, cualquier menganillo que tenga cualquier
carguillo puede ser sospechoso de traficar o trajinar son
sus saberes, haberes y conocimientos. Y resulta inquietante
esa amenaza acechante en una sociedad tan globalizada como
la actual, donde los intereses de las multinacionales, los
grandes grupos empresariales y los lobbys, las OPAS hostiles
y demás zarandajas, difuminan los contornos. Llegan los de
Ezquerra Republicana reclamando un impuesto a los
funcionarios públicos y ya no sabemos si el pedigueño en
cuestión, está haciendo valer y rentabilizando su
privilegiada posición para extorsionar a los funcionarios y
sacarles sus chavitos, si está traficando con influencias o
es que la cosa es así de genuinamente pícara, diseñada al
efecto por Lázaro de Tormes. Inquietante, inquietantes los
llamados “cargos de confianza” que tienen como máximo
exponente de méritos académicos el que se confíe en ellos y
que personas influyentes les designen sin tener por que dar
más explicaciones. Me digan ¿Eso está bien o mal? O es que
así son las cosas y aquí el que no corre vuela.
Se habla últimamente y mucho, por ejemplo, de lobbys
empresariales especialmente afanados en detentar su parcela
de poder e influencias en una ciudad que, como Ceuta, es
garantía de futuro y ganadora de todas las apuestas. Y no
por esa acepción de crisol de culturas ni por el hecho de
haber comprendido que no puede circunscribirse a cuatro
culturas sino abrir sus brazos a otras muchas, siempre
bienvenidas en esta ciudad bien hallada. Lo de las culturas
es un prodigio de marketing espiritual. Pero los proyectos
concretos de esta ciudad, los fondos europeos, lo mucho que
hay por hacer y las muchas fronteras que abrir, la hacen
especialmente apetecible para los grandes grupos.
Y la cautela ha de ser infinita y la transparencia radical
la nota dominante y predominante, atajar cualquier tipo de
murmullo interesado o de sospecha mezquina, cortar con
rumorologías arteras y catetas tipo “fulano tiene mucha mano
e influencias porque financia a tal o cual formación”.
El futuro empresarial va mucho más allá de las guerras
soterradas de intereses y las apuestas de quien tiene o no
tiene más o menos posibilidad de movilizar influencias. Eso
no vale. Vale el que canten las urnas que son, en
definitiva, el principio y el fin de cualquier decisión en
un sistema democrático y que hablen con absoluta
transparencia y que si alguien sospecha o recela, que ese
“alguien” pida luz y taquígrafos para exponer públicamente
sus desazones y que se le de cumplida explicación. Derecho a
desconfiar tiene todo quisque, eso es libre, pero aún más
derecho tiene a que se diluya esa desconfianza con
explicaciones claras y concisas. No se puede concurrir a
unas elecciones esenciales para el futuro desde la inquietud
o desde el magón de fondo, sino desde la claridad y el
respeto al juego limpio democrático y participativo.
“Tráfico de influencias” que uno que tiene influencia
influya ¿a cambio de que? Si se trata de un simple favor ¿es
tráfico? Si de una sencilla recomendación por compromiso,
sin segunda partes ¿se trafica? Mejor abstenerse, hasta que
no tengamos varias toneladas de jurisprudencia explicativa
mejor ir por libre, con la cara lavada para no llamar a
engaños y el ojo puesto en la ranura de las urnas. Mejor que
hablen ellas, esas no entienden “de mano” ni de
“recomendaciones”.
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