Ángel Acebes,
portavoz nacional del PP, ha anunciado que los alcaldes y
presidentes autonómicos volverán a ser candidatos en las
próximas elecciones. Y Juan Vivas, aunque ha
dicho que no sabía nada oficialmente del asunto, ha
manifestado su satisfacción “íntima y personal” por la
“confianza” que el partido ha depositado en él.
Lo cual es una respuesta acorde con la forma de ser del
presidente. Que es más cumplido que un luto alicantino. Pero
en este caso, quien ha fallado ha sido Acebes, que bien pudo
hacer una excepción y pronunciarse así:
-Miren ustedes: hemos decidido que en las próximas
elecciones vuelvan a ser candidatos todos nuestros alcaldes
y presidentes autonómicos. Pero en el caso concreto de
Ceuta, el partido entiende que a Juan Vivas habrá que
rogarle para que se presente. Porque si acaso dice que no,
seguro que perdemos la presidencia de esa ciudad.
Hubiera sido el mejor homenaje del PP a alguien que puede
estar más tiempo en el cargo que Fraga lo estuvo en
Galicia. Y, sobre todo, a un militante de nuevo cuño -pues
bien visto es casi un recién llegado al partido-, que ha
rendido ya muchos beneficios a los populares. Y lo que te
rondaré, morena.
Y, de paso, el partido hubiera saldado una deuda que sigue
teniendo con el presidente. Porque conviene recordar que en
un principio las dudas sobre las posibilidades de Vivas,
como presidente, estaban instaladas en la sede de la calle
Génova.
Y todo porque alguien le había dicho a Javier
Arenas que no era Juan la persona indicada para ocupar
ese cargo. Y Arenas lo miraba con la desconfianza de quien
piensa que su partido con semejante elección iba a pegar un
petardo en una ciudad donde el GIL había sembrado ya las
huellas de la corrupción.
De manera que los primeros pasos del presidente fueron
mirados con lupa. Y hasta se deseaba que se produjeran
contratiempos donde el presidente tuviera que tomar
decisiones sobre la marcha para ver si daba la talla.
Es decir, Javier Arenas, la mejor copia de Charles
Boyer, pensaba como los buenos taurinos: esperar a ver
si una cornada hacía mella en el ánimo del nuevo político
revestido de tanta autoridad. Pues la papeleta de Vivas era,
ni más menos, que debutar en una plaza pequeña, pero
compleja y con problemas de urbe grande.
Y me consta que, durante cierto tiempo, las actuaciones de
Vivas eran analizadas minuciosamente y los había ya
esperando que diera muestras de estar cortito de valor para
ir con el cuento a Arenas y, así, conseguir quitarle del
cartel.
Mas Juan Vivas los fue metiendo a todos en la canasta de su
muleta poderosa, hasta convertirse en figura de un partido
que anda escaso de políticos como él. O sea, de políticos
con templanza y que huye del tremendismo como de la peste.
No es un político al uso. Y, por lo tanto, los ciudadanos lo
estiman y lo votan porque lo consideran el mejor de cuantos
hay en esta tierra.
Y, claro, ante hecho tan evidente, llegó el día en el cual
Javier Arenas creyó en él. Y ahora, a toro pasado, no hay
quien tenga cojones de ir a Javier Arenas con el cuento de
que Vivas se asusta ante las dificultades.
Por ello, cuando he leído lo anunciado por Acebes me han
entrado unas ganas locas de llamar a Génova y decirle al
portavoz que no tiene ni idea de cómo vender la continuidad
del candidato Vivas en esta tierra. Pues de haberle dado a
éste el sitio correspondiente, la gente estaría ya hablando
de lo merecido que el presidente tenía el reconocimiento de
los jerarcas populares. Y, desde luego, la precampaña habría
empezado ya con el buen pie que necesita Vivas para obtener
otra mayoría absoluta.
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