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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 26 DE ABRIL DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Todas las cosas pequeñas y hermosas
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Como escribidora y contadora de historias, no me gustan los relatos sublimes, de tintes espectaculares y connotaciones heróicas. Yo soy una persona humilde y apuesto por lo sencillo y antes que relatar una epopeya prefiero centrarme en poner en negro sobre blanco y letra redondilla, todas las cosas pequeñas y hermosas que pululan, como gorrioncicos, a nuestro alrededor.

Y hablando de belleza espiritual recuerdo la historia del robo de la Virgencita de la Cabeza del pueblo granadino de Cullar Baza, el alcalde pepero salió en prensa y cuando dijo “Nos han robado el corazón” la periodista que recogió la noticia dice que estaba llorando. Y al viejo pintor Erik el Belga también se le saltaron las lágrimas ante la tristeza de todo un pueblo, huérfano de esa patrona que había permanecido oculta dentro de un muro durante toda la Guerra Civil y que, ahora, en estos tiempos, volvía a ser secuestrada de su pequeña ermita, un bello y recoleto monumento arquitectónico mitad iglesia cristiana mitad antiguo marabo.

El pintor , como, dentro de sus muchos achaques, es consecuente con sus ideas llamó de inmediato al alcalde “Señor alcalde, mientras recuperan la talla, mándenme las fotos que yo se la pinto a tamaño real para que ocupe el lugar de la auténtica” El padre Cayetano y el alcalde Pepe enviaron las fotos de la Señora y el viejo Belga se agenció un enorme lienzo y con ayuda de los querubines que le apañaban los pinceles y le preparaban la paleta, pintó en quince días una Virgen de la Cabeza que era un dulce, que parecía la carita de nata batida y la corona de oro del bueno y el Niños Dios con cara de niño travieso, mirando y dejándose acunar por la Madre. Vinieron el alcalde Pepe Torrente y el de la cofradía de Moros y Cristianos, a por el lienzo y poco después nos convocaron a un acto público para la entrega de la obra y la bendición del cuadro.

El pueblo de Cúllar parecía resplandecer en la tarde abrileña. La plaza mayor estaba enteramente ocupada por sillas, porque nadie se quería perder el evento, llegaron los periodistas y las televisiones y los personajes ilustres del pueblo, más los curas y el pintor, hicieron discursos antes de descubrir el cuadro que permanecía velado por un paño de terciopelo y que, la gente gritara ¡Guapa!¡Que viva nuestra Virgen de la Cabeza! Y comenzaran a rezar y a aplaudir, se recogiera en el solemne y bellísimo ritual de bendición católico, con el padre Cayetano rociando con agua bendita el oleo y se formara una procesión para conducir a la Virgen a la iglesia del pueblo, porque no se atrevían a llevarla a la ermita, por si la robaban. Los cullarenses cantaban tras el cuadro de su patrona mientras iba subiendo la escalinata y el alcalde bufaba ¡No tocar el cuadro que se estropea! Porque las vecinas querían pasar las manos por las vestiduras nacaradas de su Señora y darle besos y los de la cofradía no se lo permitían, hasta que una mujer, empujando al pintor, se abalanzó sobre el lienzo y puso las dos manos sobre la Virgen, luego se volvió azarada a Erik “Perdone usted señor, es que tengo en el hospital a mi hermana que está muy enferma” Y al pintor se le cayeron lágrimas como garbanzos, por todo, por el cantar de los vecinos, por la devoción cerrada, sin fisuras, por la fe en la Madre y en su Niño de ojos traviesos. ¿Qué si ese fue un momento sublime? No lo sé, para mi fue algo pequeño y hermoso y encima hice la procesión cargando con un jamón que me habían regalado por ser la esposa del pintor “Ya sabe, un detalle” ¿Qué si no me daba vergüenza ir en el cortejo con un jamón entre los brazos? No, en absoluto, era un obsequio hecho con el corazón y por lo tanto un objeto muy principal, prefiero un jamón grasiento salido del alma a una joya de puro compromiso.

Y en el compromiso formal de asistir dos domingos más tardes a las fiestas de Moros y Cristianos nos vimos, porque la pena del pueblo de verse sin patrona para procesionar se vio compensada porque todos a una decidieron que, lo que se iba a procesionar era el cuadro de la Virgen de la Cabeza, seguido por toda la comitiva de los moros y los cristianos que simularían la batalla ante la Virgen en las escalinatas de la iglesia y cantarían y bailarían en su honor. A Erik el Belga, el que fuera el mayor falsificador del siglo XX las vecinas le apretujaban y los hombres le palmeaban la espalda y el viejo pintor, acharado, no sabía donde meterse, hasta que le pillaron los de Antena 3, confundido entre los cientos de personas y el bullicio de las bandas de música “Erik¿Qué le parece a usted todo esto?”

Y el pintor respondió lo que sentía intensamente “Pues que no hay honor más grande…No hay gloria más grande para un pintor cristiano que pintar una Virgen y que el pueblo le rece”. Y eso es verdad. Como verdad el empeño del pintor en hacerle un regalo a “su” Virgen de la Cabeza y como no tenemos dinero para joyas porque somos una familia sencilla, el Belga decidió regalarle a Su Madre una colección de arte “Mi Madre será la primera Virgen coleccionista de arte de Europa ¿O es que la Tita Cervera tiene derecho a ser coleccionista y la Santísima Virgen no lo tiene?”. Y el viejo pintor tomó su pincel y a los veinticinco primeros cuadros se hizo otro acto de entrega del que será el museo de la Virgen y Erik el Pintor.

En el Ayuntamiento hablaron de hacerle hijo predilecto y poner una calle con su nombre, pero el Belga no quiere una calle, prefiere el caminillo sin asfaltar que conduce a la ermita, un sendero de cabras donde cada jaramago y cada amapola parecen llevar en sus pétalos una oración. Esta no es una historia sublime. Pero ya les he apuntado que mucho más cercanas a mi corazón, están este tipo de cosas, todas las cosas pequeñas y hermosas.
 

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