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OPINIÓN - LUNES, 24 DE ABRIL DE 2006

 
OPINIÓN / LA HORNACINA

Jesús Zapico

Por Manuel de la Torre


El sábado, a esa hora vaga de mediodía, me abracé a Juan José Zapico, en presencia de su hijo. Ocurrió en la escalinata del hotel Tryp. Aunque yo desconocía que la familia Zapico había perdido a uno de los suyos: a Jesús. Mira, Jesús, fuiste un adelantado en muchos aspectos. Pero déjame decirte que, sobre todo, supiste bien pronto hacerte tirabuzones con lo que los demás pensaran de ti. Daba gusto ver la manera que tenías de emplear tu libertad, el observar tu carencia de prejuicios y, desde luego, de qué manera te aferrabas a esa independencia que te habías creado. A veces, muchas veces, escaso de recursos económicos, echabas mano de tus conocidas zalamerías para resolver un problema en un santiamén. Mira, Jesús, lo que nadie podrá quitarte es el que puedas seguir presumiendo, donde quieras que estés, de ese buen gusto que te permitía aconsejar a hombres y mujeres acerca del modo que debían vestirse. Ni, mucho menos, llevarte la contraria de cómo hay que decorar un espacio o atender a unos invitados. Mira, Jesús, sé que has soportado con resignación tus achaques, en los últimos tiempos, y sé además que has tenido la suerte de contar amigos. Los justos. Porque a ti, todo lo que fueran más de tres personas, te parecía multitud y te encogías. Jesús: lamento no haberme enterado a tiempo de lo tuyo, a fin de haber sido testigo de tu vuelta a la tierra. Pero te tengo presente.
 

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