Hace algunas fechas que., ojeando
este periódico en la sección política me sorprendió la
lacrimosidad de un representante local que alegaba que hay
ceutíes que pasan hambre y que no tienen que comer. Y eso no
es nada nuevo. También hay habitantes del resto de España
que pasan hambre y Cáritas tiene censados a ocho millones de
pobres, eso sin hablar de la pobreza vergonzante de
dignísimos jubilados y jubiladas que gozan de pensiones de
miseria y subsisten malamente.
Lo que me sorprendió del representante local que clamaba por
los desfavorecidos sociales, que es como ahora se llama a
los pobres de toda la vida, es que, aparte de recordar que
creo que llevaba una sorprendente corbata de color amarillo,
ponía en sus palabras una nota quejicosa, ese tipo de
entonación que se supone que es un llamamiento a la
solidaridad y al compromiso, pero que a los curritos y a las
marujas, estragaítos de trabajar, conmueve bien poco. La
sufrida clase media, paganini del sistema, ante
pontificaciones de pobreza suelen responder con mal talante
“Pues si no tienen para comer que trabajen, que se creen
¿Qué van a subsistir eternamente de ayudas sociales que
salen de nuestros sudores?”.
En efecto, el meterle a un pobre un pez en la boca ya se
sabe que no es ninguna solución, la única solución es
enseñarles a usar la caña y a buscarse la vida y si en Ceuta
no hay trabajo, nuestra España es inmensa y curro hay. Y
mucho. Que se lo pregunten a los moritos que sudan a
cincuenta grados bajo los cielos de plástico de los campos
de Níjar o del Ejido. Hombres honestos y honorables que no
llegan a nuestra tierra con la boca abierta para que le
introduzcan el pez, sino que vienen a buscar trabajo en la
agricultura y lo encuentran y les pagan bien. Alojarse se
alojan donde malamente pueden para ahorrar hasta el último
duro y traerse a sus familias con infinito papeleo, pero los
desfavorecidos ceutíes, que son españoles, no necesitan
papeleos ni ayudas de oenegés, sino apuntarse en el paro y
coger al vuelo lo que les ofrezcan. Como temporeros
agrícolas la labor dura todo el año en diferentes puntos
geográficos y se sacan buenos jornales. En la construcción
hace falta gente en toda España y en el sector servicios.
Trabajo hay y no me parece que, el desfavorecido socialmente
ceutí pertenezca a ninguno de esos colectivos que salpican
las ciudades, auténticos marginales, toxicómanos, sidosos,
enfermos mentales, alcohólicos y sin techo. Estos pobres
son, antes que nada, enfermos y necesitarían hospitales y
lugares de acogida no temporal sino definitiva. No se les
puede invitar a que trabajen porque, la mayoría no se
encuentran ni capacitados ni sanos para ejercer ningún
cometido, primero curarles y luego ya se verá.
Pero el hambriento ceutí sobre el que declamaba aquel tipo
me pareció sencillamente un parado de larga duración, con
escasos ardiles para buscar y conseguir trabajo fuera de la
ciudad y ganarse honestamente la vida. La sociedad ni
soporta ni tolera a los profesionales de vivir de subsidios,
acepta y apoya cursos obligatorios de capacitación laboral y
planes de empleo que no tienen por que responder al
imperativo cateto de tener que trabajar dentro de la propia
autonomía. Señores, para ganarse honradamente la vida no hay
que caérsele a nadie los anillos y les diré que, de
Andalucía, todas las temporadas a la vendimia francesa,
viajan en autobuses miles de andaluces para sacarse unas
buenas pelas. Emigran fuera de España, viven en barracones y
no son en absoluto colectivos paupérrimos sino agricultores
dignos y deseosos de ganarse un dinero extra.
Yo, de los ceutíes, me despabilaría, cielos de plástico hay
muchos, en todo levante, en Andalucía y cosechas tempranas
más aún. El sueldo es bueno, el trabajo honrado y las
perspectivas de ocupación absolutas. Lo que no es asumible
para la sociedad europea occidental del siglo XXI son los
profesionales de vivir de limosnas ni la ñoña moral
onegetista de dar el tazón de arroz pero no la semilla para
que la planten y hagan cultivos. Y hay peligro. Porque se
han abierto las puertas a países del Este y existen diez
millones de europeos dispuestos a venir a España a trabajar,
son obreros cualificados, técnicos medios, técnicos
superiores, profesionales de todo tipo, pero, antes que
nada, ciudadanos honestos que quieren ganar el pan con el
sudor de su frente. Ya en Madrid encuentras a ingenieros
polacos políglotas que, mientras convalidan el título, viven
haciendo chapuzas y echando horas en la obra y a enfermeras
checoslovacas atendiendo a ancianos y de ahí a los
laboriosos sudacas que van a copar la agricultura de todo el
Levante , ninguno de ellos presentan problemas de
integración y no vienen con listas de agravios, porque, los
que vienen agraviados y clamando por sus derechos, que no
por sus obligaciones, son un coñazo insoportable.
Este artículo es una contestación a las fulminaciones sobre
la pobreza ceutí, porque lo realista no es lloriquear sino
contactar con empresarios, ofrecer mano de obra trabajadora,
en la fresa de Huelva, en la aceituna de Jaén, en el brócoli
murciano o bajo los cielos de plástico donde cultivan gloria
bendita. Trabajo hay, pero para conseguirlo hay que mover el
culo y aprender a utilizar la caña si se quiere, cada noche,
cenar un pez.
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