Hace tiempo, por parte de mis hijos, me fue regalado un
equipo de música digital, entendía yo, aunque se trata de un
“sistema de cine digital DVD. CD, radio FM, AM, …”. Nunca
pensé, dicho sea de paso, la cantidad de vueltas y consultas
que tuve que hacer al librito de instrucciones, de
especificaciones técnicas y de funcionamiento que se
acompaña al aparato para disfrutar de sus propiedades.
Empezaré por enunciar la descripción de la pantalla que
tiene doce apartados (LCR, SW, LS, S, RS, DIGITAL, PRO LOGIC,
TITLE, PBC, RSD, RT, ST Y TUNED, o sea, indicadores del
canal de audio, de señal digital, del titulo, etc.). Luego
viene la definición del Control Remoto que consta de 32
botones (que no voy a enumerar porque me comería la plana).
Después el diagrama de disposición de los altavoces,
conexión de los mismos, conexión de los componentes de
audio-video, activar el serround, modos DOLBY, PRO LOGIC II,
PRO LOGIC MUSIC, PRO LOGIC II CINEMA, PRO LOGIC Y MATRIZ
¿Sigo? (El folleto de tiene cincuenta y seis páginas).
A continuación el manual de instrucciones expone la parte de
instalación de los seis altavoces: posición delantera
izquierda, derecha, Subwoder (WOOFER), posición central,
posición trasera izquierda y posición trasera derecha, o
sea, una verdadera obra de ingeniera electrónica para su
colocación y todo ello con la “santa” detrás inspeccionando
los posibles desperfectos que pudiera acarrear al cuarto, al
mobiliario donde está instalado el equipo y su “interés”
porque no quedaran cables por el suelo, ni a la vista para
no afear el contorno.
Una vez realizada esta última operación, laboriosa y
delicada en extremo, y estudiado a fondo el mencionado
folleto del que solo he dado cuenta de una parte infima de
su contenido, (pensé, incluso, en asistir a algún centro
especializado donde me dieran clases, aunque solo fuera una
hora diaria, para instruirme en tan complejo mundo) es
llegado el momento de disfrutar de un CD o un DVD o de los
demás artilugios de que dispone, y me decido por un CD con
música clásica pero “arreglada” por la mano del maestro Luis
Cobos que, dicho sea de paso, impone, por encima de esos
gratos sonidos, un ritmo “tatachin” que ni la más acendrada
“orquesta” senegalí podría ofrecernos. De momento, no se oye
nada, ¿no funciona el aparato?, ¿no están bien instalados
los altavoces?, ¿este CD esta rayado?, ¿que pasa?. Y
mientras resuelvo la tesitura, de pronto, la potencia de sus
150 W resuena en todo el edificio con tal fuerza que
cristales y lámparas se mueven como si de un terremoto se
tratara. Ni que decir tiene que mi esposa (santa que es
ella) me larga un grito aun más potente que la música del CD
para advertirme que los vecinos podrían quejarse por tal
“concierto”, aunque yo no le había dado tiempo pues, para
evitar el desmán, opté por la mejor de las soluciones, la
única vía rápida y eficaz que conocía: desconectar el
aparato de la red eléctrica.
Conclusión: que después de tres meses de uso y “disfrute” de
mi equipo musical, de los problemas que me acarrea poner en
funcionamiento el aparato en cuestión, de las dudas y
desconocimiento que mantengo de la mayoría de sus
prestaciones -modos Dolby Pro Logic I, Pro Logic II Music,
Pro LogiIc III Cinema, Pro Logic Matriz, etc. (¿)-, no que
me queda más remedio que acordarme de aquel aparato de radio
de válvulas o el vetusto gramófono de cuerda que utilizaba
mi padre que, con una sola aguja de acero y un disco de
vinilo, disfrutaba de las mejores melodías de Carlos Gardel
o se recreaba oyendo su zarzuela favorita.
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