Cantaba María Dolores Pradera “No
se estila, ya sé que no se estila…Que te pongas para cenar,
jazmines en el ojal…”. El ritmo candencioso de la genial
cantante me llena las neuronas y me hace meditar sobre lo
que se estila o no se estila, que viene a significar lo que
está de moda.
“La moda no incomoda” le decía mi abuela a mi madre mientras
le aplicaba cruelmente las tenacillas hirvientes para
hacerle bucles en su lacia melena de niña de la posguerra.
Medito sobre las modas y más concretamente sobre lo fashion
en política y resulta que, lo fashion es que, las autonomías
que conforman nuestra España, tienen que revisar sus
respectivos estatutos para acomodar lo de “nación”
“nacionalidad” o, rizando el rizo, como le rizaban las
greñas a mi pobre madre, “realidad nacional”. Y yo no lo
entiendo. Como buena cateta rifeña me quedo a cuadros y no
me entero de nada.
Desde la perspectiva que me da el ser una maruja católica y
de la ciberderecha, pueblo del pueblo y por más señas, de la
barriada del Palo de Málaga, el sentimiento que me inspira
esta escalada de nacionalidades dentro de nuestra geografía
es de incrédulo horror. Yo no puedo creer lo que están
haciendo y lo que están permitiendo que se haga. Y el tema
no viene de ahora, he trabajado en prensa durante la etapa
del PP y desde mi humilde columna lanzaba fulminaciones
contra la imposición lingüística, claramente
inconstitucional, de la lengua catalana. Pero los populares
lo permitían. He bramado, hemos aullado contra las ikastolas,
esos lavaderos de cerebros que han venido envenenando a
generaciones de pequeñines y ni puto caso.
Yo no era nadie, una catetilla que escribía en un periódico
local, pero voces de más relevancia han rabiado, aunándonos
para exigir el rigor que se aplicaba contra el descansado
Jesús Gil y sus chanchullos, ese mismo rigor contra el PNV y
sus trajines a la voz de “El independentismo nacionalista
vasco acabará ante el Tribunal de Cuentas y los juzgados de
guardia, igualito que Jesús Gil” Pero ni de nuevo ni
repajolero caso.
El problema endémico de los políticos que detentan el poder
es que se aíslan y no llegan a palpar los latires y sentires
del sabio pueblo llano. Los Poderosos se rodean de lameculos
y trepadores, de vasallos y pelotilleros que siempre les dan
la razón y su visión es totalmente parcial. No eligen como
consejeros a gente corriente, a marujas y a curritos, a
españoles sencillos, de esos que pasan y pasamos fatiguitas
para subsistir entre créditos e hipotecas. Al igual que no
se estilan los jazmines en el ojal como llevaran nuestros
abuelos, no se estila oír la voz del ciudadano medio. Aquí
no es como en EEUU donde los electores tienen hasta los
teléfonos de sus senadores para quejarse de lo que apetezcan
y amenazarles con no volver a votarles. Aquí hay jarilleo y
acercamiento en periodo electoral, el resto del tiempo el
despego y la distancia con los cargos electos es infinita. Y
por ello no nos dan opción para opinar sobre esa fiebre de
nacionalidades, naciones y realidades nacionales, términos
que a servidora, que es una simple, asemejan al deseo de los
mandamases de esas supuestas nacionalidades de tener más
poder y más manejo y disponibilidad de los dineros y más
campo para colocar a sus enchufados y darles un jornal,
quintuplicando cargos públicos.
Por cierto Ceuta y Melilla permanecen elegantemente
silenciosas, como Extremadura y las dos Castillas así como
los aragoneses y asturianos. Fieles regiones españolas
silenciosas y prudentes que no aspiran a la independencia ni
a la autodeterminación ni a balcanizarse, que es el riesgo
que subyace en toda esta movida. Las autonomías que observan
las veleidades de cuatro mamarrachos que llegan, como Carod
Rovira a anunciar que Cataluña será un Estado y los vascos
con su referéndum de autodeterminación de los cojones, esos
pueblos prudentes y patriotas de nuestra España, son los que
parecen obstinarse, aunque no se estile, en ponerse para
cenar, jazmines en el ojal… Puede que mediten y confíen en
el artículo de la Constitución que contempla al Ejército
como garante de la integridad de España, aunque ese artículo
no puede vocalizarse porque equivale a que te arresten de
inmediato. Está en la Constitución, en nuestra querida Carta
Magna, pero para comentarlo hay que hacerlo de tapadillo y
como mucho en tertulias de discreta rebotica, de lo
contrario ¡al calabozo!.
¿Saben que les digo? Que me siento muy orgullosa de escribir
en un periódico ceutí porque, aunque no se estile, los
ceutíes son de los que, para cenar, se ponen olorosos
jazmines en el ojal y eso es muy ser como Dios manda. Será
que Dios manda en todo lo bello y lo bueno del Universo.
|