Jefe como pienso que ya, usted, a
largado todo lo que de política tenía que largar me
gustaría, si no tiene inconveniente, que hablásemos algo de
nuestra Semana Santa. Si ese no es su deseo, porque quiere
seguir largando, pues le dejo sólo como ayer y hasta mañana
que será otro día.
Es que lo suyo, jefe, debe reconocerlo es increíble. Tiene
el cerebro carcomido por el gusanillo de la política y no ve
más allá de sus narices. Claro que en su descargo se podría
decir que hay una cantidad enorme de politiquillos que
tienen el cerebro carcomido por el gusanillo de la
ignorancia y están, todo el día hablando de política. En
algunas ocasiones, por su bien se lo digo, debe de darle un
descanso a la política y dedicarse a hablar de otras cosas.
- De acuerdo, enano, sólo hablaremos de nuestra Semana
Santa, pero me tienes que prometer que antes de volver, de
nuevo a Marbella, me contestarás a un par de preguntas que
te quiero hacer.
- Se lo prometo. El lunes cuando la Semana Santa haya
acabado le contestaré, con mucho gusto, a cuanto quiera
preguntarme, dos o cien preguntas que eso me da,
exactamente, igual.
Se acuerda, usted, cuando éramos niños el arrastrar las
latas el domingo de Resurección. El escándalo que armábamos,
en la calle, todos los chiquillos del barrio arrastrando la
tira de latas amarradas a una cuerda.¡Que tiempos aquellos,
jefe!.
- Todo se va perdiendo con el paso del tiempo. Las cosas de
aquella época al momento actual han cambiado una jartá. Cómo
serán los cambios producidos enano que creo, no estoy muy
puesto en el asunto, que ya no resucita el domingo.
Ya no existen aquellos bares famosos, como el Niza, Rejano o
Los Gallegos, por citar a algunos, que los viernes santos no
había forma de coger una mesa, para que las familias se
comieran los consabidos calamares fritos.
- Me acuerdo, jefe, del Niza que era donde me llevaban mis
padres a comernos los calamares fritos. El Niza estaba
situado en la plaza de Los Reyes donde hoy está ubicado el
nuevo edificio. Para llegar a él había que bajar unas
escaleras que sólo tenían tres escalones.
Mis recuerdos, de aquella época de mi niñez, están todos
centrados en el bar pero, sobre todo, en la balanza que
había donde todos los niños nos pesábamos una y otra vez ,
sólo por el placer de ver la aguja desplazarse de sitio al
marcar nuestro peso.
Los viernes santos, en esta tierra, eran únicos ,jefe,
porque salía toda la familia a presenciar las procesiones y,
como es natural, a sentarse en uno de esos restaurantes
mencionados para compartir la ración de calamares fritos. Y
eso, si que era una ración de calamares, que había más
calamares que plato. Vamos, jefe, para no mentir, con una
ración comíamos toda la familia. ¡Peazo de rodajas de
calamares!
- Enano, se te olvida decir que era la única fecha del año
en la que se podía ver a toda la familia reunida fuera de la
casa.
hay que reconocer , porque era así en aquella época, la
única ocasión en la que el marido salía junto a su esposa a
sentarse en un bar a tomar algo. La situación económica de
aquellas fechas, en la mayoría de las casa, no les permitía
al matrimonio salir, nada más que el viernes santos a
realizar un gasto extra.
-LLeva, usted, razón jefe, pero no olvide también decir,
porque se faltaría a la verdad que, en aquella época, no era
algo muy normal, sino todo lo contrario ver a un matrimonio
tomar copas y tapitas en los bares cualquier domingo.
En principio, porque se estaba más seco que una mojama en
tiempo de poniente fuerte, y en segundo lugar, que no deja
de ser tan importante como el primero, que la esposa debía
lavarle la ropa al marido el domingo para que se la pusiera
limpia el lunes al volver al trabajo.
Tiempos duros, tiempos difíciles, los que nos tocaron vivir
pero que, al fin de cuentas, los recuerdo con gran alegría a
pesar de las escasas satisfacciones que nos proporcionó la
vida. Esas satisfacciones eran escasas, pero que buenas
eran, tan buenas que, aún, con el paso de los años, las
recordamos con verdadero placer.
- Enano, como sigamos por ese camino nos va a dar la
llantina de tantas y tantas emociones vividas. Déjemos de
acordarnos de esos tiempos malos de nuestras vidas y
hablemos sólo de lo que, a pesar de todo, disfrutamos de los
mismos. Y, sobre todo ya que has insistido tanto, hablemos
de la Semana Santa, que también tenemos cosas que contar de
aquella época.
- Recuerdo, jefe, la calle real atestada de público para
presenciar los desfiles procesionales. Entonces, eran pocas
las personas que se desplazaban hacia otros lugares. Sólo lo
hacían los pudientes y no había muchos de esa categoría por
estos lares. Se podían contar con los dedos de las manos y,
si me apuran, creo que hasta nos podrían sobrar dedos.
- Llevas razón, eran pocas las personas pudientes de esta
tierra y todos, en ella, conocíamos los nombres y apellidos
deesa escasa familias, algunas de las cuáles tenían coches.
|