El lunes santo el pueblo de Ceuta estuvo allí. A la vera del
Cristo malagueño y Trinitario, de Nuestro Padre Jesús
Cautivo. Rindiéndole honores el coronel jefe de Regulares,
Asiaín y el coronel jefe del Estado Mayor Gil Mendizábal,
dos hombres de bien, dos caballeros cristianos en nombre de
los ceutíes y junto a ellos, la banda de cornetas y tambores
de regulares de Ceuta 54, tocando admirablemente bien y
alborotando con sus sones marciales y melodiosos a las
gaviotas, los vencejos, las golondrinas y las palomas que se
asomaban a curiosear la procesión.
Servidora de ustedes formaba parte del gentío, de ese mar de
fieles que, en Málaga se llaman “promesas” porque cumplen
devociones de seguir tras los pasos del Señor vestido de
blanco y de Su Santísima Madre, la Virgen de la Trinidad.
Setenta mil promesas según cálculos de la policía local.
Primero la misa del alba, luego el peregrinar hasta el
hospital civil para visitar y bendecir a los enfermos,
mientras médicos y enfermeras toman el relevo de los hombres
del trono y son ellos quienes transportan sobre sus hombros
esa adorada imagen, ese potente receptor transmisor que
teletransporta miles de plegarias hacia el cielo. Lloran los
de la bata blanca, lloran los enfermos, lloro aferrada a mi
bolsita de medicinas donde guardo el tratamiento, todos
pedimos sanación, pero servidora, además, daba las gracias
de manera ferviente.
Gracias porque ese Cristo trinitario vestido con túnica de
piel de ángel, había permitido que yo le acompañara otro
año, durante todo el día, hasta la noche, cuando la brisa
mediterránea, al paso del Señor por el puente de la Aurora,
le va moviendo las vestiduras, haciéndole parecer que
flotara. En mi pecho el son de cornetas y tambores y el
mágico trinar de alondra de la chirimía. Y una frase en mis
oidos, como respuesta a las oraciones “Musarañilla ¡Cuentalo!¡Cuentalo!”Porque
mi Padre siempre tiene la poca amabilidad de hablarme
llamándome con el poco amable calificativo de “Musaraña con
gafas”. Los Jefazos de Ceuta ennoblecían la marcha con su
presencia, la banda ceutí arrebataba los corazones y hacía
aplaudir al personal con auténtico fervor y a este humilde
escribidora, Alguien ordenaba contar el por qué de tanto
agradecimiento, de tantísimo amor hacia mi Señor de la
Trinidad. Y lo relato porque es tema de cierto interés
periodístico, una historia de terror de las que, a veces,
aparecen en los medios : mi pequeña familia y yo estamos
sentenciados a muerte por el Estado Francés.
Todo comenzó en 1993, cuando la policía de obras de arte de
Paris acudió a hablar amigablemente con mi pobre esposo, un
hombre que fuera en los sesenta y setenta el mayor ladrón de
arte y el mayor falsificador de Europa. Le contaron la
historia de que, unos importantes y poderosos gitanos, del
temible clan Hecht, habían robado los llamados “Esmaltes de
Limoges” un tesoro artístico de incalculable valor. Pillaron
a los gitanos, les juzgaron, les condenaron, cumplieron sus
condenas y nunca devolvieron el tesoro.
Los franceses sabían que mi marido, el viejo Erik, había
colaborado mucho con la policía española en temas de arte y
con enorme amabilidad le pidieron que hiciera de negociador
con los Hecht, que les ofreciera dinero y que devolvieran
las piezas. Con todos los gastos correrían el Estado Francés
y el Ayuntamiento de Limoges. El anciano pintor dudó, es
diabético, enfermo cardiaco y estaba totalmente desvinculado
de ese mundo. Entonces, ante las vacilaciones, la policía de
Paris y de Limoges, capitaneados por el célebre abogado Jean
Mauvenú comenzaron a amenazar “exigían” su colaboración o de
lo contrario le inventarían falsas imputaciones para
llevarle extraditado a Francia y de allí no saldría vivo.
Las amenazas, la extorsión y las coacciones fueron de tal
intensidad que, en 1998 al pobre viejo le reventó la aorta
abdominal y le operaron a vida o muerte, implantándole en
lugar de aorta un tubo de teflón. Y yo rezaba al Cautivo y
cuando me llamaban para amenazarme y yo hablaba de
denunciarles me decían “¿Qué pueden ustedes, miserables,
contra el Estado Francés?”.
Yo sé lo que es cagarse de terror.En el sentido literal de
la palabra. Bajo coacciones obligaron al pobre viejo, con su
aorta de plástico a viajar una y otra vez a Francia, sin
pagar ni un euro “Ya echaremos cuentas cuando usted triunfe
en su misión”. Vendimos los cuadros para costear la misión
de Satanás, lo vendimos todo, Erik persiguió al terrible
Hecht y a sus once hijos por toda Bélgica, les suplicó, les
argumentó, les ofreció los cincuenta y cuatro mil euros que
ofrecían los de Limoges. Yo nunca viajé a Francia. Yo me
limitaba a recibir terribles amenazas sobre que me
extraditarían, que cuantos días podría resistir en un
agujero sin ventanas a oscuras y que después irían a por mis
hijos ¿Qué pueden ustedes, miserables, contra el Estado
Francés?. Nada. Ellos, los terroristas, los que nos han
hecho vivir en el terror se burlaban de la policía y de la
Justicia españolas diciendo que no había un juez en España
con cojones ni un político capaz de hacer detener a
policías, jueces, fiscales y consistorio en pleno de una
ciudad francesa. Y menos con las “idílicas” relaciones
hispano-galas que no se iban a ver empañadas por las
tácticas terroristas cruelmente aplicadas a dos mierdecillas
como nosotros. El gitano Hecht acabó recibiendo el dinero,
desapareciendo y amenazando a mi familia. Para el ese dinero
era una ridícula compensación por las molestias causadas y
no iba a entregar un tesoro que era el futuro de sus hijos,
nietos y bisnietos.
Policía, jueces y Ayuntamiento de Limoges lanzaron sus iras
contra el pobre viejo, ya con un ojo ciego y dos infartos
más por el horror vivido y me amenazaron a mi de rechazo,
aunque nunca he estado en Francia ni se quienes son. Yo
callaba y seguía año tras año a mi Padre Jesús Cautivo,
hasta que el el 2004, un 15 de agosto, día de la Virgen
denuncié las torturas, las amenazas, las lesiones graves, la
prevaricación, la inducción al suicidio, todo ante un
Juzgado de Guardia malagueño que se quitó de encima el tema,
una patata caliente y la patata sigue dando bandazos “no
somos competentes” si lo son hemos sido aterrorizados,
extorsionados, lesionados y amenazados en España y
estafados. Porque, no solo nunca nos pagaron los gastos sino
que encima reclamaron a Erik el dinero robado por el gitano,
he tenido que vender un apartamentito que era para los
estudios de mis hijos y enviarles cuarenta y un mil euros a
los del Ayuntamiento y aún me reclaman más. Pero no quieren
dinero dicen y repiten “Francia no tolera errores ni fallos
y el viejo Erik ha fallado”. Ellos no querían un negociador
sino que intentaron que, el pobre desgraciado, reclutara un
ejercito y resolviera a tiros el contencioso, que
secuestrara a algún hijo de Hecht, que secuestrara al propio
Hecht para que devolviera los esmaltes “Que utilice sus
métodos” ¿Qué métodos? ¿Matar?.
Denuncié y denuncié y todos se quedaban helados. Acudí a las
Víctimas del Terrorismo, con un “¡Bendito sea un tiro en la
nuca y que todo se acabe!” ¿Y saben lo que me dijo su
hipócrita presidente José Alcaraz? Que, como es sabido que
el viejo pintor pinta para donar al Opus Dei y a las
iglesias y que somos personas de fe, que rezáramos mucho,
pero que, aún siendo víctimas del terrorismo más terrible:
El terrorismo de Estado, no nos podían ayudar. La AVT es muy
excluyente, les homenajéan, les condecoran ,les dan
convites, les miman y no quieren casos difíciles, patatas
calientes. A las víctimas del terrorismo de Estado nadie nos
mima ni nos protege, con excepción de ese Señor Trinitario
vestido de blanco.
Mil veces nos han dicho que nos llevarán a Francia y nos
matarán. Y las Autoridades Españolas se quedan heladas, sin
capacidad de respuesta, en lugar de comenzar a dictar
órdenes de detención contra los franceses, por mucho
escándalo que se arme. Por eso, por esta precariedad en la
que vivimos, por haber aprendido a convivir con el miedo
absoluto y la desprotección total, hemos vuelto los ojos
hacia Dios.
Me he pasado de espacio. Mi Cautivo me observa y hay dulzura
en sus ojos, me he pasado de espacio y el tecleo de mi
ordenador me trae el son de la chirimía El me dijo
“Cuéntalo” y lo he contado.
|