En los lejanos tiempos de mi
juventud, divino tesoro, cantaban los Mismos una
originalísima canción cuya letra no correrá jamás el riesgo
de aparecer entre “Los Cien Mejores Poemas de la Lengua
Española” decía la copla “Tengo miedo al avión, también
tengo miedo al barco. Por eso quiero saber lo que hay que
hacer pa cruzar el charco”. Mis sentimientos son idénticos,
el barco me agobia y el helicóptero me aterra. ¿Qué si yo
soy votante de los peperos tengo que estar especializada en
escoñarme en helicóptero y salir indemne atusándome el
bigote?. Vaya, tienen razón, pero también yerran, porque yo
no soy Mariano Rajoy ni la gurrumina Esperanza Aguirre, de
Rajoy me diferencia el que yo me depilo el bigote, aunque es
bien sabido que “Las mujeres con bigote traen a los hombres
a trote” puede ser, pero los complejos son los complejos y
yo guardaba mentalmente la acepción de “A la mujer bigotuda
de lejos se la saluda” y prefiero los avances de los
depilatorios a parecer una lesbianorra del barrio de Chueca,
reducto homosexual del centro de Madrid.
Si yo me espamploneo en un helicóptero, estén o no las
cámaras de televisión filmando el evento, lejos de mantener
a toda costa la dignidad y masajearme el pescuezo para
bajarme los testículos, tengo que recibir los santos oleos
porque muero del terror, en esas circunstancias me confieso
incapaz de mantener la imagen. Como buena ciberderechadicta
voto al PP, pero estoy muy lejana de su helado buen tono,
soy más de la España Cañí y populachera, para que les voy a
engañar, soy de barrio y en el Palo de Málaga puede más la
adrenalina que la flema inglesa. Aquí somos muy poco
británicos.
Pero de lo que se trata es de que, como cada año, existe el
machaque televisivo de la Operación Salida que es como un
Paso del Estrecho pero en fino y sanguinario.¡Y vengan
accidentes mortales!.
Acabo de hacer un ida y vuelta a los madriles por carretera
y puedo constatar de que allí se ha desencadenado una
especie de furia desertora. Miles de vehículos saliendo de
la ciudad, los destinos favoritos son el Levante, algo que
siempre me ha extrañado porque hay que ser fanático para
apostar por una costa que es puro ladrillo con cemento y
Andalucía, que está más virgen porque, el gobierno de Chaves,
de cuando en cuando, vuela un hotel mal emplazado y aguanta
como puede que, los feroces promotores no construyan
viviendas megalíticas y los ladrillos acaben absorbiendo el
mar.¡Lastima de costas españolas!. Operación salida y
mensajes aterradores en los paneles de las carreteras
anunciando los muertos del año anterior por las mismas
fechas. Cierto es que la principal causa de siniestralidad
en España es la carretera seguida por los asesinatos
domésticos, aunque ocupan casi idéntico espacio en los
telediarios. La violencia doméstica para condenar y los
coches en las cunetas convertidos en amasijos de hierro y de
sangre para acojonar.
Ahora que yo no lo comprendo, será porque soy una cateta
rifeña, pero no comprendo los severos límites de velocidad
en una era donde, los coches, tienen cada vez motores más
potentes e invitan a revolucionar y machacar cada uno de sus
caballos de potencia. Si yo fuera gobernanta, lo que no es
el caso ni lo será, limitaría en primer lugar y por Decreto
Ley la potencia de los motores para evitar malos rollos y
tentaciones y pondría taquímetros en cada vehículo, para
controlar y que al corredor y al de las prisillas se les
cayera el pelo. Porque correr se corre. Y mucho. Y además
como son tan burdos, cuando hay un control de velocidad lo
anuncian en grande en los paneles y claro, el infractor
reduce hasta que pasa el control y luego vuelve con las
correndijas. A mi me da susto correr y me da mas susto el
helicóptero. Se me representa Rajoy bajando tan serio y
circunspecto y a Esperanza Aguirre a quien no se le
descolocó ni un pelo por efecto de la laca, ambos bajando de
la nave siniestrada para hacer declaraciones a las cámaras,
sin alterarse, muy en su papel. Oigan ¡Que lejanos! A mi me
hubiera gustado ver al pepero emerger del helicóptero como
un gato rabiando y a la Aguirre abalanzarse hacia el piloto
para sacarle los ojos, algo natural una reacción normal,
como somos todos, que no somos esculturas de hielo sino que
latimos, sentimos y nos acojonamos. Los supermanes están
bien, supongo, guardan las formas, pero son lejanos, están
lejos y aparecen en años luz del ser y estar del pueblo
llano.
En fin ya saben que tengo miedo al avión, léase helicóptero
y también tengo miedo al barco así que para cruzar el charco
supongo que utilizaré un ultraligero, siempre que lo pilote
alguien del PP, porque así hay garantías de que, en caso de
accidente, todo será comedido, elegante y muy chic. Todo
menos yo que pondré la nota racial y vocinglera. Aunque ante
esa disyuntiva prefiero, ante la Operación Salida,
abstenerme y quedarme en el Palo.
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