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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 12 DE ABRIL DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Caza menor
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Yo intento no relacionarme con los políticos. En realidad, procuro no intimar con quienes ocupan cargos o ejercen su autoridad al frente de cualquier institución. Puesto que no hay cosa peor que sentir aprecio por alguien a quien en cualquier momento debes criticar. Es una actitud que trato de mantener, aunque en el empeño parezca que mi carácter es complicado.

Hasta hace poco, las entrevistas dominicales me obligaban a pegar la hebra con quienes no quería. Pero ya llevo un tiempo que he dejado de practicar ese género. Por lo tanto, de momento, me he quitado un peso de encima. Ya que no hay nada peor que el realizar una tarea sin agrado. Y, cuando ello ocurre, es necesario tomarse un descanso hasta que el cuerpo vuelva a entonarse en dirección contraria.

Fue en diciembre cuando eché la última parrafada larga con Juan Vivas. Sucedió durante la comida ofrecida por la Ciudad a diversas personas pertenecientes a los medios de comunicación. Eran días navideños donde todo transcurría plácidamente y a nadie se le hubiera pasado por la imaginación que Ceuta iba a ser puesta en la picota nacional por motivos carnavalescos.

Por ello, es decir, debido al escándalo habido durante la celebración del Carnaval, tentado estuve de ir a entrevistar al presidente. Con el firme de propósito de preguntarle lo que nadie le preguntaba a medida que lo acaecido en el Siete Colinas servía para que no decayera la trepidante batahola que se había montado y que parecía no tener fin.

Sin embargo, decliné solicitar la entrevista no por desgana sino porque eran momentos donde la ciudad necesitaba de la ayuda de todos los que escribimos en periódicos y al presidente, sin duda, había que tenderle la mano porque estaba metido en un jardín. Y mis preguntas no hubieran arrimado el hombro a la calma que demandaba la situación.

Fueron días donde se echaron de menos los comentarios de quien alardea, con machaconería, de la amistad que le une a Juan Vivas, del amor que le profesa a Ceuta y de lo unido que está al Partido Popular. Y ya no digamos nada de ese enorme afecto que el tío declara sentir por la directora del medio en el cual le permiten decir paparruchadas. Se conoce que el gachó enfermó de la peste aviar y ello le valió para quedarse varado en la orilla de la cobardía. Su Ceuta, mientras tanto, estaba siendo zarandeada sin misericordia por los cuatro costados.

Si bien convendría aclarar este punto: más que por Juan Vivas me dicen que el Fulano a quien me refiero -¿no está claro quién es?- se bebe los vientos por Pedro Gordillo. A la vejez, viruela. ¡Qué cosas, santa Rita de Casio!... Lo digo, porque el lunes me llamó un íntimo del presidente para ponerme al tanto de que el pajarraco lleva un tiempo revoloteando por la sede del PP, y siempre, qué casualidad, para coincidir con Gordillo y platicar.

Tal vez sea, cuidado con él, para saber si en algún momento el que más manda en el partido está en desacuerdo con el propietario de El Faro o bien está haciendo de correveidile del marqués de la Manga del Mar Menor.

Es al menos, lo que me apuntan quienes son fieles a Gordillo y no ven con buenos ojos que un tío que anduvo siempre detrás de Manolo de la Rubia cuando éste era dueño y señor del Ayuntamiento, esté repitiendo los mismos movimientos en la sede de Teniente Arrabal.

Mi obligación, pues, es dar cuenta pública de lo que me dicen quienes no ven con buenos ojos la presencia de alguien que gusta de mamar en muchas ubres. Otra cosa es que yo les haya dicho que lo último que haría es exponer su nombre en esta columna. No quiero. Ya que es caza menor.
 

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