Los hermanos cofrades se saludaban algo nerviosos antes de
tener que izar el paso. Momentos antes, compartían unos
minutos y un vaso de agua con las autoridades dentro de la
sacristía: la Corporación ejecutiva al completo, varios
diputados y miembros de la Asamblea. Así, antes de que el
impresionante Cristo de Medinaceli saliera a la calle, se
podía ver a la secretaria de los socialistas ceutíes, Toñi
Palomo conversando con la consejera de Educación, Mabel Deu;
o a Sergio Moreno, diputado del PSOE, dando la mano al
delegado del Gobierno Jerónimo Nieto. Nieto y Vivas
compartirían un poco más tarde la cabeza de la procesión,
solo separados por el obispo de la ciudad, monseñor Ceballos.
Una tarde calurosa en la que el público agradecía las
sombras que se iba encontrando por el camino. Del bullicio
en el interior de la iglesia del Príncipe se pasó al
silencio que reinaba en la plaza, sólo roto por los aplausos
y la saeta con que se recibió a la imagen nada más salir del
templo. El Cristo avanzaba lento pero seguro por la
barriada, con sus calles llena de fieles y curiosos. Mujeres
descalzas y hombres con los ojos cubiertos hacían su
particular penitencia ante el conocido como el Señor de
Ceuta. El helicóptero de la Guardia Civil sobrevolaba el
trayecto en círculos y grababa todo el recorrido.
Permanecía en el aire cierta intranquilidad por las piedras
voladoras. Pero el traslado estuvo blindado en todo momento
por los más de doscientos efectivos desplegados por la
Ciudad Autónoma y Delegación de Gobierno entre Policía
Local, Nacional (acudieron 20 agentes desde Sevilla como
refuerzo) y Guardia Civil. Sin olvidar a los integrantes de
la Brigada de Seguridad del Príncipe, que en todo momento
tenían los ‘walkies’ a punto. Entre ellos, el padre y el
hermano del activista de IU asesinado hace unos días, que
cumplieron la labor con la que Mustafa Ahmed Mohamed se
había comprometido: ayudar en la custodia de la imagen.
En el puente del Quemadero no cabía un alma más; alrededor
de 5.000 personas caminaban en procesión detrás del paso, en
silencio y dando palmas cada vez que el Cristo de Medinaceli
volvía a elevarse.
Después de más de una hora de trayecto, el Cristo de
Medinaceli entraba en la prisión de Los Rosales, donde
Teresa J.M. esperaba para salir después de haber cumplido
parte de su condena. Fue un acto sobrio: Teresa colocó un
ramo de lirios morados sobre el paso y salió, con el rostro
cubierto, acompañando a la procesión del brazo de sus dos
hijas. Solo se adivinaban unos cuantos mechones rubios y
unos ojos azules bajo la capucha. “Abre la puerta carcelero,
que Jesús llegando está, y la presa ya ha salido, le han
dado la libertad para no volver a entrar”.
Con esta saeta, Loli Álvarez despidió a la comitiva de la
prisión, mientras los porteadores y costaleros bailaban la
imagen del Señor de Ceuta, que continuó su camino hasta la
sede de la Cofradía en la avenida Otero.
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Emoción contenida, pasión y muchas fotos
Con teléfonos móviles, cámaras
digitales o reflex. El Cristo de Medinaceli se fotografió
ayer desde todos los ángulos posibles. Fotografías que
sacaban muchos fieles con alguna que otra lágrima a punto de
saltar. El Señor de Ceuta salió del Príncipe, a hombros y
cuello de antiguos costaleros de la Hermandad de Nuestro
Padre Jesús Cautivo y Rescatado y Nuestra Señora de los
Dolores. Emoción contenida entre los fieles, que se iban
sumando a la comitiva religiosa. Y pasión al estilo ceutí:
palmas de aliento para los cofrades y miradas a la imagen
del Cristo.
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