Sobrado, muy sobrado debe andar
Zetapé de ministros que sean carismáticos y que tengan
garra. ¿Me pueden explicar la mueca de escepticismo y
cachondeo que adivino en sus semblantes? Bueno, en efecto,
los ministroides socialistas son sosos y aburridos, con
excepción de Alonso, que manejaba admirablemente los hilos
de Interior y por supuesto, José Bono.
Muchos apostamos firmemente por él en aquellas elecciones
que encumbraron a un Zapatero, por aquel entonces,
tremendamente insulso y con unas cejas auténticamente
imposibles. Eso y las excesivas hombreras de las chaquetas
de sus trajes, así como la elegancia rebuscadamente
minimalista de su bella esposa, imagen certera de la gran
diseñadora Elena Benarroch, hacían a la pareja distante. Un
mucho fría y con una especie de prepotencia que impide que
fotografien a sus hijas, por salvaguardar su intimidad,
cuando todos los hijos de las Infantes y la del Príncipe,
han sido fotografiados hasta la saciedad y eso que son
infantitos y de la realeza. Lo malo de quienes alcanzan el
poder, aunque sea de chiripa, es que se lo creen y se tornan
soberbios , altivos y lejanos para el pueblo soberano,
también llamado a nivel institucional “populacho” lo que
constituye un honor, porque todo lo que sea la plebe, el
ciudadano de a pie, los curritos y las marujas, constituyen
la savia viva de nuestra España.
De esa España que Bono, que buen hombre, que gran cristiano,
siente y vive intensamente y encima lo dice. Late este
excelente ex ministro, este fabuloso ex Presidente de
Castilla la Mancha, con una intensidad que le hace pregonar
un amor inmenso e intenso por nuestra Patria, esa que, según
él lleva hasta “en el tuétano”. Así que es para imaginarse
los instintos del manchego con lo del Estatuto Catalán y la
bajada de pantalones ante los nacionalistas de la nación
catalana, ese bodrio que el repulsivo Carod Rovira, que se
infartó por los malos instintos, pregona que será pronto “un
estado”. ¡No vean ustedes el jamacuco que le puede dar a
Bono ante tamañas sandeces! Y eso que a veces ha fallado,
siguiendo ordenes superiores,como cuando mandó a arrestar a
un príncipe de la milicia por haber cometido el imperdonable
pecado de recordar en un discurso ,que el Ejército está para
salvaguardar la integridad territorial de España y que eso
lo dice la Constitución.
Pues bien , que lo sepan, si alguien recuerda ese artículo o
precepto constitucional, el del Ejército y la integridad, no
puede decirlo porque le arrestan de inmediato. ¿Ven? Una
oportunidad para los peperos que suspiran por su insípido
centro reformista, pueden reformar el asunto y conseguir que
cualquiera pueda aludir al artículo prohibido sin acabar
entre rejas, un reformismo que nos permitiera no tener
artículos constitucionales de los que no se puede hablar en
público, para no ofender a los guarros separatistas, nos
haría sentir bien y felices, aparte de un poco más libres.
Ahí falló Bono. Pero me consta que, dado su talante
patriótico, seguía instrucciones de los melifluos de arriba
¡Que miren que son melifluos y que se las cogen con papel de
fumar! Todo por mor de los nacionalistas, que son tan
traidores, tan renegados y tan asquerosos, o al menos a mi
me lo parecen y como me lo parecen lo digo, porque, como
José Bono, soy católica practicante y no puedo mentir en mis
afirmaciones porque incurriría en pecado y me condenaría.
¿Qué les parece? Pues que no tiene ninguna gracia porque,
estando en pecado, puedes morir durante la noche e irte al
infierno con el Diablo Pinchapapas, o convertirte en Ánima
Negra y que te pinten y te pongan en un cuadro tenebrista de
esos tipo Valdes Leal que dan tan mal vagío.
Bono, un buen cristiano, un enorme patriota, un extraño
exponente de la ciberderecha metido a socialista y dentro de
un Gobierno que comenzó persiguiendo a los católicos en pos
de un laicismo plagado de dejaciones y de negaciones de,
mucho más que una religión : de nuestra cultura. ¿Qué
pintaba ahí José Bono? El ministro mejor valorado, pero no
por la retirada de Irak, que fue una decisión política, sino
por su carisma de castellano manchego recio y visceral,
sencillo como un molino de viento, pero capaz de emocionar
hablando y contando y capaz de acudir a audiencias papales
con su preciosa esposa, mostrando devoción, elegancia y
respeto. Era demasiado bueno para estar ahí. Mucho más
carismático, cercano y entrañable de lo que será jamás
Zetapé. Para mí que pepe Bono, ni traga con la Nación
Catalana ni traga con lo muchísimo que va a haber que pagar
a los hijoputas de ETA.
Como católico le es imposible comulgar con ruedas de molino,
como español no puede ni debe aceptar lo inaceptable. El
dice que el Estatuto no le echa y reafirma su lealtad con
una rara dignidad, digna de mucha mejor causa.
Así que, por dignidad, por defender sus creencias y
principios y por patriotismo, ha hecho lo que su honor le
pedía: dimitir. José Bono ¡Que buen hombre! ¡Que gran
español!.
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