Cuando por algunas causas se
levantaba la polvareda en una calle de cualquier ciudad, en
un barrio o en un país siempre, como si fuese ley no
escrita, aparece otra cosa, que acalla aquella que durante
quince días ha sido noticia de actualidad.
Y es lo que decía mí abuela, que ya saben ustedes que era
sabia cuando en mi calle, por un suponer, alguna chica salía
algo adelantada a su tiempo y se tenía que casar de forma
rápida. En ese momento, mí abuela solía decir, que nada de
preocuparse porque dentro de quince días saldría algo que
nos llevaría a olvidar eso, que en aquella época era el no
va más, para tener que preocuparnos de lo que era noticia
del momento. Y como siempre, llevaba toda la razón del
mundo.
Hoy, por supuesto, no es noticia, eso de que una chica se
tenga que casar de prisa y corriendo ante la mala digestión
que le hace engordar la barriga. Eso ya está pasado de moda,
como debe ser. Servidor no entendía, en aquella época, por
qué se armaba tanto revuelo por un asunto como ese y el
sufrimiento de los padres, ante lo que ellos consideraban
una gran vergüenza para la familia
. Quizás porque, sin tirarme ningún farol, era un adelantado
a mis tiempos y aquello, por lo que todo el mundo se echaba
las manos a la cabeza, me parecía lo más normal del mundo,
igual que me parecía normal que una señorita o una señora
encendieran un cigarrillo y se lo fumasen, cuando eso de
fumarse un cigarrillo, en aquella época tan atrasada, sólo
era cosa de aquellas criaturas que se dedicaban al trabajo
más antigüo de la humanidad.
Una soberana gilipollez, propia de aquella atrasada época,
donde las mujeres llevaban unos velos de luto que les cubría
la cara y se nos castigaba , con todas las penas del
infierno, a quien se parase a mirar, simplemente, la
propagan de la película Gilda. Y ni te cuento, serrana del
alma, si pasabas ante un cura y no ibas a besarle la mano.
Servidor, lo jura, por todo lo jurable y doy mi palabra de
honor, que vale más que cualquier escrito que, jamás, le
besé la mano a ningún cura, a los que consideraba, ni más ni
menos, como a un señor igual que otro que tenía esa
profesión, como mi padre tenía la suya y no había razón por
la que se le tuviese que dar un beso en la mano.
Todo aquello de esa atrasada época no lo entendía por más
vueltas que le daba a cada asunto. No es que fuese un
incrédulo, pero es que me parecía ridículo ver a mi madre,
una mujer joven, que tuvo la desgracia de perder a un
hermano y poco tiempo después a su padre, estar sin salir de
casa, con aquel maldito traje negro, y cuando por auténtica
necesidad tenía que ir a la calle, colocarse un velo que le
tapa la cara. Aquello, viendo a mí madre tan joven, me
llevaba a pensar que a mí madre, toda esa ridiculez, la
había enterrado en vida y mi carácter rebelde me llevó a
luchar contra aquellas costumbres ancestrales de unos
pueblos que no avanzaban, que se habían quedado parados en
la historia.
Lo único claro que tenía, es lo que me repetía en muchas
ocasiones mi adoraba abuela, cuando le sucedía algo a alguna
mujer joven del barrio que tenía que casarse de prisa y
corriendo para evitar, según decían, la gran vergüenza a la
familia. Que esa historia, que todas las vencinas del barrio
criticaban en reuniones y en las compras que iban a realizar
a la tienda del barrio, se acabaría en quince días porque,
sin duda alguna, otra historia vendría a relegarla a un
segundo plano.
De todas aquellas historias, para no dormir, la única cierta
es la que me contaba mí adorada abuela, de lo que iba a
ocurrir, en cuanto pasasen quince días.
Y es una verdad como un templo. Trasladando esos quince
días, a la política actual y a los acontecimientos que esa
política nos lleva a vivir, en el día a día, nos encontramos
que durante mucho tiempo, la noticia de la actualidad ha
sido, sin duda alguna, el Estatut catalán y todo cuanto se
ha opinado de él, por una y otra parte de los defensores del
mismo y de los contrarios, incluidas las declaración de
Alfonso Guerra, que eso merece un artículo aparte porque,
una vez más, alguien importante dentro del mundo de la
política, me viene a dar la razón, en algo que escribimos,
en esta misma página, con motivo del asunto del Estatut. A
igual que un gran analista político me da la razón, al decir
que esto lleva camino de convertirse en un conjunto de
repúblicas bananeras.
Pero, volviendo a lo nuestro, cuando más estábamos metidos
en el asunto del Estatut, con sus dimes y diretes entre los
máximos representantes de los dos grandes partidos políticos
de España, incluso recogiendo firmas, el Partido Popular por
toda España, para protestar por la cosa, saltó el comunicado
de ETA y todo quisqui se olvidó del Estatut y de los
catalanes para centrarnos en en el comunicado de la banda
terrorista.
Y, ahora, en estos momentos, toda la actualidad está
centrada en Marbella, que ha relegado a un segundo y tercer
plano, el Estatut y el comunicado de ETA. Mi abuela llevaba
razón, todo es cuestión de que pasen quince días.
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