Colegas. ¡Que caos!. Eso si, a más
de uno nos da por reírnos y nos tomamos a guasa y a
cachondeo los inconmensurables trajines de los
politicastros, porque , para que nos vamos a engañar, los
Poderosos son, por naturaleza, trajinosos ¿Qué si se gastan
los dineros en el Bingo? No lo se, lo que si sé es que, en
comilonas, homenajes, dietas, kilometrajes, asistencia a
comisiones, escoltas y cochazos gastan poco, de hecho no
gastan nada porque para eso estamos los paganinis del
Sistema, para quitarles a nuestros hijos calidad de vida ,
el pan de la boca y profesores de apoyo y dárselo, contra
nuestra voluntad y bajo la amenaza de Hacienda a “Ellos”.
Será que “Ellos” son mucho “Ellos” los unos y los otros, los
que más y los que menos, los del yate y los de la copa en el
hotel Palace que, está a la vera del Parlamento y total,
pilla al lado. ¡Ay esas meriendas del Palace, con sus
sandwichitos en bandeja de plata! A mí una vez me invitaron,
merendé bajo la enorme cúpula de cristal mientras, un
fulano, tocaba el arpa con maestría ¡más elegante!
¡categoría! Les juro que me comí todo lo que me pusieron y
observé con una admiración levemente teñida de envidia al
distinguido público que por allí se movía con soltura.
Más de uno parlamentario ¡Y pensar que algunos de ellos
antes de ser lanzados a la gloria, a través de las urnas, lo
mismo estaba pasando más hambre que un lagarto detrás de una
pita! Grandezas del stablishment español, que no es en nada
comparable al americano, siempre se ha dicho que en mis
admirados EEUU, la gente se hace rica para luego meterse en
la política, aquí es justo al revés, esto es el Reino de las
Oportunidades, basta con hacerse palmero de un Poderoso, ser
lameculos, vasallo y estar disponible y lo mismo te sonríe
Dios y te buscas una colocación y una paguita apañada en la
cosa pública ¡Categoría!.
¿Qué si no me parece que utilizo en exceso la palabra o
término “Categoría”? En absoluto, yo conocí a un tipo que se
llamaba Rafalito el Millonetis y que era un cateto
enriquecido por la venta de terrenos a las promotoras en los
tiempos dorados de Marbella. Era algo burdo pero buena
gente, eso si, como todos los nuevos ricos estaba
obsesionado por la categoría y lo repetía constantemente, su
mansión, que parecía una tarta de confitería de barrio era
“de categoría” a sus hijos les metió en colegios de pago
para desasnarles y que hicieran amistades…¡de categoría! Y
su gorda esposa, recubierta de joyones y requemada por los
rayos UVA parecía una fotocopia de la mujer de Jesús Gil,
porque eso tener ¡categoría!.
Veo a muchos Poderosos e Ilustrísimos, algunos virtuosos en
leer de corrido lo que otros les escriben en los papeles,
utilizando ese lenguaje políticamente correcto que es más
cursi que una pringá con huevo hilado, tan afectados, tan
poco naturales, como si el Poder fuera como el sacerdocio:
sacramento que imprime carácter. Expertos en pontificaciones
y hablando con esa deglución blanda y babosa que parece
asociada a los privilegios, una deglución ¡de categoría! Y
suspiro añorando una libertad de prensa “a la inglesa” ese
país donde no existen Intocables y que Todos y todo corren
peligro de aparecer pregonados en The Sun y verse
criticados, alabados, reconocidos o ridiculizados en los
diversos tabloides del Reino ¡Hasta su Graciosísima Majestad
y sus Nobilísimos Vástagos! A quienes muy frecuentemente,
por cierto, meten una caña feroz que al público encanta
porque late en ella la auténtica libertad de expresión y de
opinión y no la triste imitación de la que nosotros
disfrutamos, o la que padecemos sin remedio, porque hay que
conformarse con lo que hay y no significarse.
Los curritos y las marujas somos cualquier cosa antes que
Poderosos y más nos vale estarnos formalitos y acudir cada
cuatro años a las urnas para elegir a los Privilegiados
Electos, tras padecer el bochornoso espectáculo de verles a
ellos ¡que son tan de categoría! Mendigar los votos en los
aburridos mítines, abrazarse a la gente como si le fuera la
vida en ello, acudir al mercado para hablar con una frutera
(siempre van a fruterías, nunca a pescaderías) besar a niños
pequeños para hacerse la foto, prometerle a los jubilados
subidas de diez o veinte euros en las pensiones que unidos a
los trescientos más o menos restantes les permitirán morirse
un poco más tarde de hambruna y miseria, buscar a
caricaturas étnicas para darles la mano. Luego, ya en el
Poder, la amabilidad pringosa se dosifica, bastan unas
migajillas de nada y de libertad de expresión y de opinión
“a la británica” ¡un carajo!. Que los informadores en
particular y el populacho en general, no suele entender de
altas sensibilidades y ,si se les da cuartelillo, jarilleo y
vidilla, se descontrolan, se disparatan, se recanchondean,
se enervan, se encabronan y hasta pueden llegar a poner a
caldo a Personas, Personalidades o Personajes que son…¡de
categoría!.
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