La política, dejando a un lado los
extraños compañeros de camas que se dan y el deseo
irrefrenable de encontrar votos como sea, debe tener algo
oculto que hace que, cuando alguien llega a lo más alto, se
sienta embriagado de poder y deja de ser la persona que fue
o, al menos, la que creíamos que era.
Tan es así que hay que estar de acuerdo con aquel que dijo:
“este no es mi Pepe que me lo han cambiado”. Y llevaba toda
la razón del mundo, en cuanto somos incapaces de reconocer a
aquel que creíamos conocer a la perfección, pero que ya no
es el mismo. Quizás, porque no hemos equivocado al juzgarlo
con el corazón de la amistad mientras él, dejando a un lado
esa amistad que creíamos tener, se ha presentado con el
disfraz de la falsedad y la hipocresía. Disfraz, del que se
ha deshecho rápidamente, en cuanto ha conseguido el sillón
del poder, desde donde puede decir “aquí el que manda soy
yo” .
Una frase que es una gran mentira porque, jamás, tendrá el
suficiente valor para hacerle frente a los problemas y se
apoyará en aquellos que cree sus amigos, cuando nada más son
un puñado de “Brutos” prestos a darle, en la primera
oportunidad, la puñalada por la espaldas que le baje de la
nube en la que está subido.
Esta clase de políticos, sin duda alguna, también existen
con sus miedos, sus dudas, sus cobardías y ese desprecio a
los amigos de verdad, mientras le tiende la mano y se pone,
incondicionalmente, a la disposición de todos aquellos que
juegan a acabar con él.
Disfraz carnavalero de ogro que se va a comer al mundo,
cuando sólo es un cobarde que se oculta tras ese terrorífico
disfraz, con el cual sólo da miedo a los niños de teta,
porque a los hombres de verdad e incluso a sus amigos,
aquellos que creían conocerlo y ya no le conocen, lo único
que les produce, al verlo vestido de esa forma, es una gran
pena.
Estos patéticos personajes con mando en plaza, que como las
meigas haberlos haylos tratan, por todos los medios a su
alcance, que no se conozcan sus fallos o sus meteduras de
patas garrafales y, siempre, buscan a alguien a quien
cargarle el “mochuelo” de sus errores. Porque ellos son
intocables y no pueden aparecer ante los ojos de sus
convecinos, sin esa caretas de hombre frío, inteligente y
casi perfecto.Ya que si se les quita, la careta, aparecerán,
tal y como son un grupo de cobardes incapaces de tomar
determinaciones sin necesidad de buscar ayuda, precisamente,
entre los que quieren acabar con ellos.
Es la teoría del absurdo, porque esa es su propia teoría, ya
que ellos, en si mismo, son auténticamente absurdos. Unos
tíos absurdos que, con ese proceder de la falsedad tienen
engañados a muchos de sus convecinos. Pobre, de ellos, el
día que se les vaya cayendo la careta tras la que se
ocultan. La sorpresa, tan impresionante, que se van a
llevar, todos aquellos, que creyeron en ellos con la fe del
carbonero.
He intentado estudiar a fondo, cuál es el motivo de que esta
fauna de personajes, cambien hasta de forma de ser cuando le
dan un puesto de mando.Y he llegado a la conclusión de que,
una vez más, se ha producido ese refrán, que tanto los
pobres decimos cuando vemos a algunos de los nuevos ricos
paseándose por nuestras calles sabiendo que, aún, llevan
marcado el aro del cubo en el culo. “Dios le da pañuelos a
quien no tiene mocos”
En mi negativa a jugar a la política a ser político y que
conste, en acta, sería mucho mejor político, que la mayoría
de los que fueron, son y serán, no entra, sin embargo, el
sólo pensar cómo puede existir esa fauna que tiene todo para
gobernar y que son incapaces de hacerlo sin la ayuda de esos
cerebros “privilegiados” aunque, al final de cuentas, no son
más que personajillos de medio pelo que tienen el cerebro
carcomido por el gusanillo de la ignorancia o sea sus
cerebros, para entendernos, pura diarrea mental.
Pues como les decía, si en alguna ocasión se hubiése dado el
hipotético caso de que el menda tuviese todo el mando de mi
pueblo, el que gobernaba, rodeado de los asesores de mi
confianza, equivocado o no, eso me da igual, era servidor
con todas las consecuencias y, más, sabiendo que mi cerebro
e inteligencia son muy superiores, a la de todos esos que se
pegan como una lapa, tratando de decirme como lo debo hacer,
cuando no tienen ni... idea de política ni de lo que es ser
político.
El valor, en el político, no basta con decir “se le supone”,
sino que tiene, día a día, que demostrarlo sin necesidad del
apoyo de nadie que, además, lo más seguro es que nos
equívoco que porque, todos esos que tanto nos adulan y nos
hacen creernos los mejores son, en política, más nulo que el
de una muñeca.
El que manda, es el que manda y el resto, les convenga o no,
a obedecer. Eso de la disciplina de partido y todos los
rollos macabeos es puro cuento chino, que sólo vale para que
unos inútiles quieran dirigir, desde sus sillones al que,
realmente, por méritos propios manda.
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