Tres hijos, una mujer y demás
familiares... Todos destrozados... Un joven de 15 años le
quito la vida y ayer todos lloraban su muerte. Cientos de
ceutíes acudieron al entierro de Mustafa Ahmed para darle el
más sentido y último adiós. En su barriada le definen como
un hombre comprometido con los suyos, trabajador y jovial...
empleado de Obimace y afiliado a Izquierda Unida, no sólo
sus compañeros le quisieron acompañar en su despedida sino
cientos de personas que, comprometidas con la causa y
apenadas por el suceso, no quisieron faltar con esta cita a
la condena y, sin duda, al dolor. La noticia saltaba el
sábado; después de una discusión, un joven de 15 años mataba
de un tiro a Mustafa Ahmed. El menor de edad procedía de un
reformatorio de Cádiz. Una situación de aparente tensión que
se resolvió con disparo. Además de la tristeza inmediata y
la lógica indignación, surgen las preguntas; algunas muy
simples y coyunturales: ¿qué hace un adolescente con un
arma? ¿cómo se hace con ella? ¿qué le impulsa a disparar a
bocajarro tras un encontronazo verbal?... Y otras algo más
complejas, sobre todo en la respuesta, y que giran en torno
a la falta de seguridad en una barriada en la que los
índices de delincuencia juvenil son superiores a los del
resto de la ciudad; a la falta de espacios de ocio para los
menores; al alto absentismo escolar de los jóvenes del
Príncipe; y a la sensación de lejanía de las instituciones y
autoridades. Cuestiones de trasfondo social, que dirían los
expertos. Que la línea de autobuses deje de subir al
Príncipe a las seis de la tarde no desemboca en un
asesinato, pero muestra una parte de la realidad que vive
esta barriada, cuyos vecinos están hartos de callar y
aguantar la quema de contenedores, los cortes de luz y los
tiros al aire de madrugada. La culpa no está en la Asamblea
ni en la Delegación de Gobierno, pero sí está en ambos
espacios la solución. Ahora sólo hay que esperar que esas
soluciones lleguen. Lo mismo debía pensar Mustafa.
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