Medina Cantalejo recorre el césped mirando de manera torva a
los protagonistas del espectáculo; que son, indudablemente,
los futbolistas. Es una actitud que yo descubrí pronto en él
y que, en principio, me parecía que era la máscara del
recién llegado a una categoría que le imponía mucho respeto.
Pero han pasado los años y el árbitro andaluz sigue teniendo
la misma cara de estreñido y su mirada, además de
inquisitiva, ha ganado en chulería. La chulería del tal Luis,
que así lo llaman sus amigos, se puso de manifiesto, una vez
más, en el Nou Camp. En esta ocasión, su víctima no fue
Beckham; quien ya conoce, como capitán de la selección
inglesa, lo terrible que puede ser mirar directamente a los
ojos bien altos y desafiantes de uno de los hombres más
queridos por Sánchez Arminio y, desde luego, por Villar. Los
árbitros de mirada torcida y amenazadora suelen ser, además
de malos profesionales de la cosa, cobardes. Porque el uso
desmedido de una autoridad malentendida la ponen al servicio
de los poderosos. El Barcelona, actualmente, lo es más que
ningún otro equipo español. Al margen de que su juego sea
atractivo y eficaz. Y Medina Cantalejo no dudó en hacérselo
saber a un Roberto Carlos que quiso aguantarle su mirar
estrábico y chulesco. Respuesta: “Váyase a los vestuarios
inmediatamente”. El brasileño cometió un error: medirse a un
tonto con pito.
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