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OPINIÓN - LUNES 3 DE ABRIL DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Secuestro emocional
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

A mediados de los noventa ofrecí mis humildes conocimientos jurídicos a una de las primeras asociaciones de mujeres en lucha contra los malos tratos. Así puedo afirmar que viví el fenómeno y bregué con las víctimas, desprotegidas por aquel entonces, cuando aún el fenómeno no estaba de moda y en las comisarías atendían con distanciado escepticismos a las mujeres en plan “Algo habrá hecho”.

Mucho ha llovido desde entonces hasta las novísimas leyes contra la violencia doméstica, normas jurídicas paliativas de los mortíferos efectos de los malos tratos. Pero insuficientes hasta que no se catalogue y trate al violento como lo que es : un peligro social y un delincuente con altísimo riesgo de reiteración delictiva, amén de un asqueroso psicópata y un enfermo mental.

Lo grave en este supuesto es que, el cáncer purulento, alcanza con sus metástasis a todas las clases sociales. A mayor marginalidad más riesgo, puede ser, pero servidora ha conocido a maltratadores del más diverso pelaje, desde el borracho que llega a la casa y maja a la mujer y a los chiquillos, hasta drogadictos demenciados, desde el honorable señor profesional liberal hasta el artero editor de periódicos, desde el rico hasta el pobre y con un denominador común en las mujeres: el secuestro emocional.

Los métodos que empleábamos para asesorar hace años eran el “no aguantes y denuncia”, la respuesta idéntica a la actual, cuando los jueces de violencia doméstica y la policía tienen y cuentan con un grado insuperable de formación “¿Y que va a ser de mí y de mis hijos?”. Una maltratada, emocionalmente secuestrada, necesita a su alrededor una sólida infraestructura operativa, una infraestructura tan poderosa y unas leyes tan punitivas que alejen para siempre al violento y neutralicen el fantasma de la venganza que ya ha puesto sobre el tapete de la mesa camilla social, a fecha de hoy, diecinueve asesinadas. Las órdenes de alejamiento no sirven para berracos que pueden presentar y presentan graves anomalías psíquicas. Si se incumplen y da tiempo a denunciarlo llevan a prisión, pero por un plazo muy breve, pese al riesgo flagrante de reiteración. Sirve el instrumento del destierro, contemplado en la Ley y sirve antes que nada la prisión preventiva mientras subsista la situación de riesgo , amén de un agravamiento de las penas por delitos de amenazas y maltrato psicológico.

Pero el problema subyacente son las propias mujeres, el problema y el reto para que funcione el engranaje social. Porque no se trata de asistirlas con una mísera pensión, el meter un pez en la boca nunca es solución ¿Qué dicen ustedes? ¿Qué existen profesionales del subsidio y la subvención? No es el caso de las mujeres maltratadas, que no son en ningún caso un colectivo de parásitos, como los profesionales de vivir de limosnas. Las mujeres que son víctimas de un secuestro emocional, necesitan antes que nada a un buen profesional de la psiquiatría que evalúe los destrozos causados por la convivencia, especialistas en sacar del infierno, magos sanadores de las heridas del alma y el espíritu. Terapia, medicación y un sistema social que les ofrezca una caña y les imparta los conocimientos precisos de cómo utilizarla. Cursos subvencionados que abran horizontes vitales y profesionales y asistencia económica hasta que, ese aprendizaje, capacite a la mujer para desempeñar una actividad lucrativa que le permita vivir dignamente, como miembro productivo y operativo del entramado social.

Ayudas todas. Limosnas eternas ninguna. Será que los profesionales de la pobreza no gozan de grandes simpatías por parte de los esforzados y cansados paganinis. De las víctimas de la violencia hay que hacer paganinis, cotizantes de la seguridad social y personas que se sientan seguras, porque el cabrón de turno está en la cárcel y del trullo al destierro y de ahí, si da por culo, otra vez a la cárcel y si está loco o es un psicópata, mejor que a una prisión convencional a un buen centro psiquiátrico penitenciario, como Font Calent, que allí a los desequilibrados les entienden de maravilla . De hecho, nunca he conocido a un maltratador que sea psíquicamente normal. Y he conocido a muchos, a marginales y a dignísimos ciudadanos, todos ellos merecedores de un buen psiquiátrico penitenciario para atemperarles los malos instintos y el malage, que de esos lugares suelen salir suaves y salen cuando están curados y lo manda el juez y con la leche actual de los jueces españoles, astutos como zorros y muy concienciados, entrar se entra, pero salir ya está más serio.

Seguro que ustedes conocen o han conocido a alguna mujer secuestrada emocionalmente , camuflada o sin camuflar, habrán podido comprobar los destrozos físicos y psíquicos y se habrán conmovido ante esa rara dignidad que les queda tras los malos tratos, lo único que piensan que han podido salvar del naufragio. Cuando no es así, las mujeres maltratadas salvan mucho más de los embates del temporal, salvan la capacidad de empuñar firmemente una caña y aprender a pescar.
 

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