Yo siempre he dicho que cuando
tengamos noticias de que las mujeres imbéciles, trinconas,
faltas de escrúpulos, y otras lindezas al uso, han
conseguido equipararse al número de hombres que son de tal
laya, se habrá logrado, al fin, la igualdad entre los sexos
que tanto, y tan justamente, se viene reclamando.
Mientras, es decir, hasta que las estadísticas no demuestren
lo contrario, habrá que seguir defendiendo la paridad. Que
no deja de ser, a mi modesto entender, la mejor manera de
conseguir que se obre el milagro de compensar la enorme
desigualdad que aún reina, en ese sentido, entre hombres y
mujeres.
De momento, y con pocas fechas distantes entre ambos, se han
producido dos hechos que vienen a demostrar que las mujeres
están dispuestas a crecer en ese aspecto negativo que les
haría ganar muchos enteros para acortar distancias con el
liderazgo que mantienen los varones.
El primero, como recordarán ustedes, fue cuando la banda
terrorista ETA dejó todo el protagonismo a una mujer a la
hora de anunciar “su alto el fuego permanente”. Y la verdad
es que el mensaje, pronunciado perfectamente por la
terrorista, nos sonó a música celestial. Y es que las
féminas de malos instintos suelen ser unas seductoras de
muchos quilates. De lo contrario, mal podrían abrirse camino
entre asesinos y machistas.
El segundo caso que nos ha hecho recapacitar sobre cómo las
mujeres van interviniendo cada vez más en las actividades
públicas sin desmerecer con respecto a los hombres
truculentos y mafiosos, es el de Marbella. Donde el perfil
que nos ofrece Marisol Yagüe es el de una animadora cuya
popularidad le vino muy bien al GIL para convertirla en
conquistadora de voluntades marujonas que hincharan las
urnas de votos gilistas. Y a fe que cumplió su papel con
notas tan altas que se hizo un sitio a la diestra del hombre
que llegó a creerse que el mundo estaba en sus manos.
Aunque a la señora Yagüe, que tan bien se manejaba entre
fiestas rocieras y coros parroquiales, le perdió la ambición
y en cuanto pudo atentó contra Julián Muñoz; padrino de
segunda división, mas no por ello poco peligroso. Y, claro,
una tonta con ambiciones está destinada, más pronto que
tarde, a firmar todo lo que le pongan por delante y a
olvidarse de lo que firma. Y siempre haciéndolo
contrarreloj: pues las prisas se la comían para ir del
tálamo a la peluquería y de ésta a contentar a su clientela
con algún fandango de Huelva o algunas verdiales.
Las tontas con ambiciones, desafortunadamente, abundan mucho
menos que los tontos de esa especie. Por lo tanto, conviene
agradecerle a la alcaldesa marbellí, en momentos tan
difíciles para ella, que haya puesto toda su voluntad en
sumarse a la tarea de reducir distancias con el sexo
opuesto. Cumplido el objetivo, sólo nos cabe desearle,
cuando pase la tormenta, que no pierda su deseo de vivir y
que disfrute de las rentas con el maromo que sepa
trajinarla.
En lo tocante a Isabel García Marcos, quien tanto destacó en
su lucha contra la corrupción de Marbella y llegó a ser
tenida por mujer que se pasaba a la mafia por los ovarios y
a Jesús Gil por los glúteos, queda claro que sus
maquinaciones políticas, que tanto encandilamiento producía
entre las de su especie, nos han hecho ver que era una lista
carente de escrúpulos. Lo cual, y a pesar de que los jueces
hayan decido achacarle varios delitos, uno entiende que debe
tener como atenuante lo aportado por ella en favor de esa
igualdad que todos deseamos entre sexos.
En suma: tres mujeres, en los últimos días, han hecho mucho
bien a favor de la igualdad entre sexos. Y conviene
destacarlo para que el ejemplo cunda y pronto pueda surtir
efecto.
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