Marbella perla del mar // al
murmullo de tus olas // mientras va asomando el día // te
cantan las caracolas por fandangos y bulerías //. ¡¡Ay
Marbella, Marbella, quien te a visto y quien te ve!!. La de
cosas que pasan en Marbella cuestan trabajos creerselas sino
fuera por lo que, todo hijo de vecino, tiene idea de lo que,
al parecer, allí se estaba cocinando desde hace un montón de
tiempo.
Tu que fuistes portada en los mejores periódicos del mundo
por tus gentes famosas, por tus fiestas inigualables donde
se daban cita todos los personajes importantes venidos, para
asistir a ellas, desde diversas partes del mundo. Hoy,
ocupas también las primeras páginas de los periódicos y no
por tus gentes famosas, ni por tus fiestas inigualables,
sino por un asunto que ha dejado al descubierto esa parte
oscura de la que tanto tiempo se ha venido hablando y a la
que se ha tardado en dar repuesta. Ya lo dijo aquel: “no hay
mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”.
Tu decadencia empezó hace bastante tiempo, en cuanto los
famosos, los que crearon la Marbella admirada en el mundo
entero, se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, en la
que aquella no era su Marbella e iniciaron el éxodo hacia
otros lares más tranquillos y menos perjudiciales para sus
personas.
El primero en hacer las maletas y abandonar la Marbella, de
la que él había sido una pieza de vital importancia,
exportando la belleza de Marbella a los cinco continentes,
el príncipe Hohenlohe que se estableció en Ronda. Su marcha
arrastró, como no podía ser de otra forma, a una gran parte
de los famosos de verdad que configuraban la jet de este
rincón andaluz. Y así fueron desapareciendo de ella todas
las personas importantes que, con su presencia y estar,
daban fama a Marbella.
Se acabaron tus fiestas inigualables, donde se regalaban
valiosos relojes de oro, a los caballeros y a las señoras.
Se acabaron aquellas propinas impresionantes que daban estos
poderosos en los establecimientos a los que acudían y que se
hicieron famosas por la generosidad de los donantes de las
mismas.
Una de las últimas marchas la protagonizó Sean Connery, al
que le quisieron edificar delante de su casa quitándole, de
esa forma, la privacidad de que gozaba. El genial actor se
dio cuenta, como otros muchos, que allí se podía incluso
edificar en lo alto de una maceta, aunque ésta fuese zona
verde porque lo importante, realmente, era el “verde”.
Cuantos más “verdes” mucho mejor Y “verde” que te quiero
“verde”.
Uno a uno, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, la gente
guapa de Marbella, los verdaderos famosos, la auténtica
gente VIP, se han ido marchado de esa tierra que muchos de
ellos crearon y le dieron fama en el mundo entero, ante el
avance experimentado por el cemento y el ladrillo.
Marbella, con estas marchas de esas importantes personas, se
ha convertido, hoy día, en el refugio de famosillos y
famosetes que no le dan caché sino todo lo contrario
haciendo, de ella, una más de las muchas ciudades del sur de
Andalucía, sin un mal famoso, de los auténticos, que se den
un garbeo por sus calles .
Un triste final, para una ciudad que fue única ante los ojos
del mundo y que, hoy, se debate entre el recuerdo de lo que
fue y la nostalgia de sus habitantes que vivieron aquellos
tiempos que jamás volverán a surgir. Y todo, por la ambición
desmedida de algunos de sus gobernantes que vieron, en esta
tierra, el maná que les podría reportar una grandes
fortunas-.
En esta vida, todo tiene un principio y una final. El
principio de Marbella, fue la lucha, el trabajo y la entrega
mantenida, por un grupo de personajes importantes que
trabajaron para llevar, a Marbella, a lo más alto de las
ciudades del sur de Andalucía. Trabajo y entrega que dieron
sus frutos durante años, hasta que fueron apareciendo todos
esos patéticos personajillos a los que, únicamente. les
importaba hacerse rico lo antes posible y a los que el
pueblo acogió con los brazos abiertos, entregándose a ellos,
por considerar que serían los “salvadores” de una Marbella
que como otras muchas ciudades nunca debieron aceptar la
llegada de esos “salvadores”, por su propio bien.
Y fueron, precisamente, esos, a los que el pueblo consideró
sus “salvadores”, los que han acabado con Marbella. Los
pueblos, a veces, por mucho que lo digan algunos entendidos,
no son sabios sino más bien ilusos y crédulos ante estos
“salvadores”, auténticos vendedores de cartuchitos de humo,
charlatanes baratos de feria y engaña bobos.
Aquí, en esta tierra, tenemos experiencia de ello y podemos
decir que no siempre los pueblos son sabios porque, a veces,
hay que reconocer que somos unos pobres ilusos en manos de
esos “salvadores” que jamás salvan nada, sólo se preocupan
de “salvar” sus intereses personales.
Cemento, mucho cemento, en las caras de estos personajillos
de medio pelo, “salvadores” de pacotilla, vendedores de
cartuchos de humo y engaña bobos a los que la justicia les
quitas las caretas.
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