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OPINIÓN - SÁBADO 1 DE ABRIL DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Marbella perla del mar // al murmullo de tus olas // mientras va asomando el día // te cantan las caracolas por fandangos y bulerías //. ¡¡Ay Marbella, Marbella, quien te a visto y quien te ve!!. La de cosas que pasan en Marbella cuestan trabajos creerselas sino fuera por lo que, todo hijo de vecino, tiene idea de lo que, al parecer, allí se estaba cocinando desde hace un montón de tiempo.

Tu que fuistes portada en los mejores periódicos del mundo por tus gentes famosas, por tus fiestas inigualables donde se daban cita todos los personajes importantes venidos, para asistir a ellas, desde diversas partes del mundo. Hoy, ocupas también las primeras páginas de los periódicos y no por tus gentes famosas, ni por tus fiestas inigualables, sino por un asunto que ha dejado al descubierto esa parte oscura de la que tanto tiempo se ha venido hablando y a la que se ha tardado en dar repuesta. Ya lo dijo aquel: “no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”.

Tu decadencia empezó hace bastante tiempo, en cuanto los famosos, los que crearon la Marbella admirada en el mundo entero, se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, en la que aquella no era su Marbella e iniciaron el éxodo hacia otros lares más tranquillos y menos perjudiciales para sus personas.

El primero en hacer las maletas y abandonar la Marbella, de la que él había sido una pieza de vital importancia, exportando la belleza de Marbella a los cinco continentes, el príncipe Hohenlohe que se estableció en Ronda. Su marcha arrastró, como no podía ser de otra forma, a una gran parte de los famosos de verdad que configuraban la jet de este rincón andaluz. Y así fueron desapareciendo de ella todas las personas importantes que, con su presencia y estar, daban fama a Marbella.

Se acabaron tus fiestas inigualables, donde se regalaban valiosos relojes de oro, a los caballeros y a las señoras. Se acabaron aquellas propinas impresionantes que daban estos poderosos en los establecimientos a los que acudían y que se hicieron famosas por la generosidad de los donantes de las mismas.

Una de las últimas marchas la protagonizó Sean Connery, al que le quisieron edificar delante de su casa quitándole, de esa forma, la privacidad de que gozaba. El genial actor se dio cuenta, como otros muchos, que allí se podía incluso edificar en lo alto de una maceta, aunque ésta fuese zona verde porque lo importante, realmente, era el “verde”. Cuantos más “verdes” mucho mejor Y “verde” que te quiero “verde”.

Uno a uno, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, la gente guapa de Marbella, los verdaderos famosos, la auténtica gente VIP, se han ido marchado de esa tierra que muchos de ellos crearon y le dieron fama en el mundo entero, ante el avance experimentado por el cemento y el ladrillo.

Marbella, con estas marchas de esas importantes personas, se ha convertido, hoy día, en el refugio de famosillos y famosetes que no le dan caché sino todo lo contrario haciendo, de ella, una más de las muchas ciudades del sur de Andalucía, sin un mal famoso, de los auténticos, que se den un garbeo por sus calles .

Un triste final, para una ciudad que fue única ante los ojos del mundo y que, hoy, se debate entre el recuerdo de lo que fue y la nostalgia de sus habitantes que vivieron aquellos tiempos que jamás volverán a surgir. Y todo, por la ambición desmedida de algunos de sus gobernantes que vieron, en esta tierra, el maná que les podría reportar una grandes fortunas-.

En esta vida, todo tiene un principio y una final. El principio de Marbella, fue la lucha, el trabajo y la entrega mantenida, por un grupo de personajes importantes que trabajaron para llevar, a Marbella, a lo más alto de las ciudades del sur de Andalucía. Trabajo y entrega que dieron sus frutos durante años, hasta que fueron apareciendo todos esos patéticos personajillos a los que, únicamente. les importaba hacerse rico lo antes posible y a los que el pueblo acogió con los brazos abiertos, entregándose a ellos, por considerar que serían los “salvadores” de una Marbella que como otras muchas ciudades nunca debieron aceptar la llegada de esos “salvadores”, por su propio bien.

Y fueron, precisamente, esos, a los que el pueblo consideró sus “salvadores”, los que han acabado con Marbella. Los pueblos, a veces, por mucho que lo digan algunos entendidos, no son sabios sino más bien ilusos y crédulos ante estos “salvadores”, auténticos vendedores de cartuchitos de humo, charlatanes baratos de feria y engaña bobos.

Aquí, en esta tierra, tenemos experiencia de ello y podemos decir que no siempre los pueblos son sabios porque, a veces, hay que reconocer que somos unos pobres ilusos en manos de esos “salvadores” que jamás salvan nada, sólo se preocupan de “salvar” sus intereses personales.

Cemento, mucho cemento, en las caras de estos personajillos de medio pelo, “salvadores” de pacotilla, vendedores de cartuchos de humo y engaña bobos a los que la justicia les quitas las caretas.
 

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