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OPINIÓN - MIÉRCOLES 7 DE SEPTIEMBRE DE 2005

OPINIÓN / EL OASIS

Misterios futbolísticos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Viajé yo muchas veces a Barcelona allá entre los años setenta y ochenta. Y me alojaba en el entonces ya antiguo Hotel Oriente, situado en plenas Ramblas. En el gran patio que servía de sala de estar, y aprovechando mi estancia en la ciudad, algunos profesionales del fútbol me visitaban y terminábamos formando una tertulia que, con el paso del tiempo, adquirió rango de costumbre. Luego, una vez que debatíamos lo habido y por haber, nos íbamos a comer a Los Caracoles. Y allí seguíamos aportando ideas y emitiendo opiniones de lo que a todos nos chiflaba: el fútbol.

Una de las muchas discusiones que mantuvimos estaba relacionada con la selección nacional. Por algo que venía de lejos y que  se había convertido en crónico: lo poco que rinden los internacionales españoles y, por tanto, los continuos fracasos que éstos venían cosechando y que no han cesado desde entonces.

Durante nuestros intercambios de opiniones, yo expuse el siguiente tema, hay jugadores que son fundamentales en sus respectivos clubs y, sin embargo, no rinden lo más mínimo en la selección. Y al revés: los hay con trazas de prescindibles que, cuando se visten la camisa española, rinden siempre por encima de lo que se espera y requiere de ellos. Y conté  el  ejemplo que un sabio del fútbol, Ventura Martínez, solía contarme cuando yo empecé a dar los primeros pasos en la profesión.

Decía mi viejo y entrañable amigo que Juan Arza, Juanito o El Niño de oro del Sevilla y Pichichi en la temporada 54-55, era un mítico futbolista que imponía su ritmo en el conjunto hispalense: así que todo el juego giraba alrededor de él. En cambio, cuando jugaba con la selección su rendimiento bajaba hasta extremos de que nunca consiguió destacar en el equipo nacional. Para desesperación suya, de los seleccionadores, de los aficionados y, por supuesto, de los innumerables hinchas de su equipo.

Todo lo contrario le ocurría a Venancio: aquel tiarrón, desgarbado y tenaz futbolista, que formaba parte de la legendaria delantera compuesta por Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Venancio era el menos destacado entre sus compañeros. La gente solía reconocerle sólo su entrega, su amor propio y la voluntad que derrochaba. Ahora bien, en cuanto se ponía la camiseta  roja se crecía y terminaba  cuajando grandes actuaciones.

Años después, hubo otro caso similar y que, debido a la fama del jugador, dio muchísimo que hablar. Me estoy refiriendo al brasileño Ademir Da Guia. Uno de los más grandes futbolistas que jamás hayan pertenecido al Palmeiras brasileño. Tuve la suerte de verlo en Cádiz y quedé prendado de cómo se movía en el césped. Era, sin duda, el gran jefe de un equipo donde entre otros ases figuraban Luiz Pereira y Leivinha. Pues bien, cuando le tocaba actuar en la selección, su fútbol aparecía disminuido y A demir se convertía, ante el estupor de muchos, en una pieza que hacía chirriar los goznes de un combinado que sin él funcionaba a las mil maravillas. Misterio que, al margen de los hombres reseñados,  ha ocurrido y sigue ocurriendo con muchos más futbolistas.

Es el caso de Fernando Torres: cuyo rendimiento en la selección no está nunca en consonancia con la fama que se ha ganado, justamente, en el Atlético de Madrid. Ante los canadienses, el Niño dio pruebas suficientes de que jugar con España le sienta como un tiro.  Y no vale comparar su rendimiento en las últimas temporadas con el de otros compañeros de selección que aportan más que él. Calidad tiene para cambiar su destino. Esperemos que tenga su oportunidad ante Serbia y no caiga en la fatalidad de Arza y otros muchos más. Cardeñosa, por citar a uno.

 

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