El afán por controlar las plagas
de animales que se reproducen masivamente en la Ciudad
Autónoma (roedores y felinos, principalmente) ha llevado a
que se utilicen venenos de tercera generación en exceso.
Así, desde el pasado mes de mayo han sido más de una docena
los perros que se han convertido en víctimas de esta
actividad. Pero el problema no sólo radica en que cerca de
una decena de esos canes haya fallecido, sino en que aún se
desconoce quién es el artífice de la utilización de estas
sustancias mortíferas para animales y nocivas para las
personas. Por eso, un grupo de veterinarios de Ceuta ha
emprendido su particular cruzada para desenmarañar lo que
empezó “como un simple envenenamiento”.
Los profesionales que han hecho saltar la voz de alarma ya
han comenzado a realizar una campaña de recogida de firmas
con el objetivo de propiciar una investigación por parte de
la Ciudad Autónoma que dé como resultado el responsable de
la colocación del veneno; una iniciativa a la que tiene
intención de sumarse a la Sociedad Protectora de Animales y
Plantas de Ceuta, según manifestó ayer la vicepresidenta de
la entidad, Patricia Laguillo. “Tenemos conocimiento de los
envenenamientos de perros y nos gustaría sumarnos a la
propuesta para que se investigue”, dijo Laguillo, quien se
mostró compungida por estas acciones que “no sólo afectan a
los perros, sino que una niña ha acabado en el hospital por
encontrar veneno y llevárselo a la boca”, puntualizó la
vicepresidenta de la entidad.
La Ciudad exime su culpa
Así las cosas, la aplicación descontrolada de venenos en
varias zonas de la ciudad también podría desencadenar
tragedias personales. “En la Consejería de Sanidad nos
dijeron que los envenenamientos no se han podido producir
por los raticidas que ellos emplean, pues nos aseguraron que
para que un perro muera por esos venenos tendría que comer
cubos de ellos”, manifestaron los veterinarios. Y así se
reiteró ayer desde el Servicio de Control de Plagas,
dependiente de la Consejería de Sanidad. “Nosotros
utilizamos raticidas de primera generación (cumatetralilo),
que son anticoagulantes de uso ambiental y doméstico que
exclusivamente utilizamos en exteriores, concretamente, en
alcantarillados y vertederos”, se indicó desde el
departamento.
El Servicio de Control de Plagas “cuenta con personal con
formación específica para aplicar estos productos” que son
“de difícil acceso porque se introducen con una varilla por
las alcantarillas”, se puntualizó desde la Consejería.
Además, desde el departamento se considera que estos
raticidas “no son atractivos para los perros porque uno de
ellos está inmerso en una sustancia parafinada y otro es una
especie de cereal sólo atractiva para roedores”. La vocalía
del servicio hizo hincapié en que “los roedores tienen que
comer varias veces de esa sustancia para empezar a notar los
efectos, por lo que un animal más grande tendría que comer
cantidades enormes para tener algún tipo de reacción”.
Un veneno letal
Los veterinarios han encontrado tres tipos diferentes de
posibles venenos, por lo que las opciones se abren a
productos de tercera generación. Una de las posibilidades
más catastróficas que maneja el colectivo es el de que las
muertes se hayan provocado “por un veneno que se trae de
Marruecos del que apenas se sabe algo”, nada más que es de
última generación. La ausencia de logotipos y de cualquier
tipo de grafía hace que la búsqueda de sus componentes sea
un rompecabezas y que el colectivo se tema lo peor. “Si es
el veneno de Marruecos estamos perdidos”, aseguraron, puesto
que se ha llegado a barajar la posibilidad de que los
animales tan sólo con haberlo pisado y lamido sus patas
después, se hayan envenenado.
Análisis
Sin embargo, el colectivo de veterinarios que se encuentra
luchando para saber qué tipo de veneno ha sido el causante
de las muertes de los animales no descarta ninguna
posibilidad. Por eso, desde que se registraron los primeros
casos decidieron indagar más allá de las meras
confirmaciones de la Ciudad. “Tenemos varios hígados y heces
de perros que han muerto por este veneno; los dueños nos han
dado permiso para que, a partir de estas muestras, podamos
llegar a saber qué tipo de veneno se ha utilizado”,
informaron los profesionales. Así, estos restos han sido
enviados a un laboratorio de Barcelona para ser analizados,
aunque los resultado aún se demorarán un tiempo, puesto que
“hay más de 230.000 raticidas y nosotros intentamos dar unas
pautas para que se comparen con los que tendrían más
posibilidades, porque conocemos que se utilizan”.
Los análisis, de cuyo costo se está haciendo cargo el
colectivo de veterinarios, ofrecerán un eficaz resultado de
quién es el responsables de estas actividades. La Ciudad,
por el momento, queda eximida de culpa si sus productos de
desratización, en realidad, no son tan tóxicos y accesibles
para los animales y las personas.
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