“Después del camión vamos a las manualidades”. Y de ahí al
túnel de humo, al baño de espuma, al salto en el colchón de
salvamento, a maquillarse u obtener el carné infantil de
bombero. Entre todas esas posibilidades y muchas más, se
debaten estos días los niños que acuden al patio de armas de
las Murallas Reales donde el Cuerpo de Bomberos de la Ciudad
celebra sus 75 años al servicio de los ceutíes.
Lo primero que uno encuentra cuando se acerca al Conjunto
Monumental es un camión de bomberos a la puerta con una
inmensa cola de niños entusiasmados que esperan su turno
para dar una vuelta por la ciudad, eso sí, con la sirena “a
tope”. Entran en grupos de siete u ocho, “dependiendo del
tamaño de los viajeros” como afirma el bombero que los
acompaña, y lo primero que piden es que el conductor
encienda la sirena. A partir de ahí un sinfín de comentarios
nerviosos sobre el interior del vehículo y alguna
apreciación sorprendente en jovencitos de ese tamaño. Uno de
ellos lo primero en lo que se fijó al subir al vehículo fue
en que “este camión tiene seis marchas y no cinco”.
Admirable. Cuando el camión regresa al punto de partida se
escucha la ovación de los siguientes viajeros que esperaban
su turno y los que se bajan se reparten corriendo por las
demás actividades del evento. Unos caminan apresurados a ver
cómo dos bomberos hacen una bajada en tirolina desde el
baluarte de la bandera hasta el Centro Gallego. Otros abren
los ojos como platos mientras dos agentes hacen un simulacro
de salvamento vertical y les recompensan con aplausos cuando
terminan la maniobra.
Después del espectáculo los niños se reparten entre las
diferentes actividades repartidas por el patio de armas. El
salto al colchón de salvamento tiene un gran éxito entre
este público menudo a juzgar por la cola que se forma. Pero
poco después comienza el baño de espuma y la fila es todavía
mayor. Los pequeños, y alguno no tanto, entran en el recinto
lleno de burbujas blancas donde lo más divertido parece
mirarse al salir, cuando su aspecto es el de pequeños
muñecos de nieve.
Todavía con restos de espuma blanca, llegan al túnel de humo
donde pueden experimentar la sensación de estar en medio de
un incendio. Después unos se maquillan, otros se visten de
bombero, recogen el carné infantil, aprenden a apagar una
sartén en llamas o muestran sus habilidades en los talleres
de manualidades.
En definitiva, unas jornadas que hacen las delicias de los
más pequeños. Alguno hasta se permite el lujo de comparar:
“Mamá, esto es más divertido que lo de los militares”.
Niños.
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