Lo importante en la Copa del Rey es qué y a quién ganar; el
cómo ya parece una cuestión secundaria, adjetiva. Las
palabras concentración y sacrificio sobre el campo encierran
el alfa y el omega de acabar ganando un partido. La dolorosa
e inoportuna derrota del pasado domingo frente al Mérida
pareció espolear a un Ceuta que afrontaba el choque ante el
Éibar con la única idea de ganar y hacer recobrar la ilusión
a la afición caballa.
La derrota ante los emeritenses se vio como un bache normal
dentro de cualquier carretera, por muy bien asfaltada que
estuviera cuando se construyó, pero quedan muchos kilómetros
para comprobar si llevará a algún lado. Y anoche se comprobó
que, de momento, el Ceuta no ha enderezado el rumbo. El
partido empezó con excesivas precauciones defensivas.
Por el Ceuta, Antony estaba solo ante el peligro, con un
Éibar bien pertrechado atrás gracias a un diseño táctico con
querencia al 5-4-1. A los siete minutos, el Ceuta hilvana
una de las mejores jugadas colectivas del partido, con
Miguel, Platero y Luca Cominelli como protagonistas, pero el
balón sale alto. Lo que parecía la antesala de un partido
emocionante se quedaba en nada. El Éibar, con más oficio y
más jugadores en la medular, asfixiaba sin problemas la
endeble línea de creación del juego caballa. Fruto de la
presión, receta inconfundible en los equipos de Terrazas, el
Éibar esta cerca de marcar. Corría el minuto 13 y Manolo
saca una falta directa que impacta en el larguero, el balón
queda muerto sobre la línea de gol y un defensa ceutí saca
de manera providencial. En un partido que ya era gris, los
de Calderé, todavía frescos, lograron colapsar la muralla
defensiva eibarresa y a los 19 minutos Platero inventa una
buena jugada para, marchándose de sus dos oponentes encarar
al borde del área la portería visitante, pero el balón acaba
en Antony, que se deja ganar la partida por el lateral
diestro azulgrana.
Con un jugador más
Alcanzada la media hora, el Éibar se empezaba a sentir más a
gusto en el campo y se adueñó sin mucha convicción del
balón, gracias a la potencia de Azkoitia y de Arriaga y del
recurrente recurso de cambiar la orientación del juego. Así
las cosas, el Ceuta no lograba pasar del centro del campo
con criterio ni jugadores suficientes para sorprender a la
zaga vasca, mientras que el Éibar esperaba sacar petróleo a
algún centro desde la banda de un incombustible Julen, que
en la segunda parte no podría seguir por molestias
musculares y dejaría a su equipo con uno menos,
circunstancia que el Ceuta dubitativo no supo ni pudo
aprovechar.
La segunda parte añadió más aburrimiento a lo que había sido
el arranque del partido. Moisés entró por Platero y más
tarde el canterano Prieto -muy ovacionado- sustituyó a
Antony. Para buscar más profundidad y potencia, Nayim (que
se sentó en el banquillo porque Calderé está sancionado al
ser expulsado en el anterior choque copero ante el
Algeciras) se decantó por sustituir a Alfonso por Perita.
Poco o nada mejoró el Ceuta, que quedó a merced de un Éibar
descorazonador, previsible pero muy compacto y con la
intención de lograr el gol en una jugada a balón parado. Y
así fue. Después de varios tímidos avisos, con un par de
disparos al centro de la portería de Basauri, a los 113
minutos (en el ocho de la segunda parte de la prórroga)
llegaba el gol tras una falta lateral; el gol de la derrota
y que impedía al Ceuta sellar su pasaporte para la siguiente
ronda de Copa. Ahora toca pensar en la Liga. Próximo rival:
el Águilas.
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