Sin agua corriente, ni luz, y entre pilas de basura, restos
de comida y excrementos. En este escenario viven
cuatrocientas personas en el centro de Ceuta. El olor que
desprende el interior del solar abandonado da a entender que
las condiciones de higiene son inexistentes.
Desde hace más de cuatro años, el antiguo almacén de Crisa
sirve de refugio a unos inmigrantes instalados en una
especie de limbo legal, invisibles para la Administración y
para la Policía. Sólo los vecinos del residencial Galera,
anexo al barracón, parecen haber percibido su presencia. Los
que actualmente sobreviven en este solar, ubicado detras del
edificio de la Cruz Blanca, llevan más de una semana sin
lavarse. La comida la encuentran rebuscando entre los
desperdicios de los contenedores urbanos. El colectivo
argelino - unos ochenta en total- ocupa la última planta, al
final de un pasillo intransitable a causa de los cientos de
bolsas de basura que lo invaden.
Sentados sobre colchones, mantas y cartones, en habitáculos
medio encharcados, algunos comentan que llevan allí varios
meses. Incluso hay un chico que lleva más de un año.
La situación no es nueva, pero cada vez se agrava más. A
pesar de estar al lado de las instalaciones de la Cruz
Blanca, explican que esta organización no puede proveerles
de comida ni agua. Tampoco pueden acudir al Centro de
Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta. La razón:
no tienen abierta ninguna ficha policial y por lo tanto, son
invisibles en la Ciudad; no pueden acogerse a ningún tipo de
asistencia social.
La versión de estos inmigrantes argelinos apunta a que en
las dependencias de la Comisaría no creen que sean
nacionales de este país, sino que les reconocen como
marroquíes. Si fueran identificados como tales, el proceso
de devolución a territorio argelino sería más lento, ya que
habría que comprobar su filiación.
El segundo contacto con los Cuerpos de Seguridad se produce,
según explican, cuando los agentes acceden a la zona, echan
un vistazo y desaparecen. También hay menores y algunas
mujeres de origen magrebí. Estas últimas se han agrupado en
otra habitación, en la que además duermen un par de
inmigrantes que dicen estar enfermos. “Muchos tienen la
sarna”, comenta uno de ellos; otros se quejan de asma o de
heridas infectadas. Las condiciones son infrahumanas. Los
vecinos de la Galera aseguran haber visto ratas del tamaño
de gatos saliendo del barracón.
Hace tiempo, integrantes del Plan de Empleo limpiaron parte
de las basuras. Pero las garrapatas hicieron que no se
volviera a repetir la visita. “Esto es un callejón sin
salida para nosotros”, dice un argelino que lleva más de 20
años en España, “no tenemos donde ir y esto es un pozo de
enfermedades”. La organización en el interior del edificio
se reduce a separarse por lugares de origen y sexos. Así,
los subsaharianos habitan el piso inferior y magrebíes y
mujeres viven arriba. Por lo demás “cada uno se arregla como
puede”: pidiendo por las calles, limpiando coches de manera
ocasional, acarreando bolsas de la compra o, simplemente,
rebuscando entre la basura.
¿Y para conseguir luz y agua? La Cruz Blanca tiene una toma
que funciona de forma intermitente. Con cubos o envases de
plástico recogen la que pueden y la usan para asearse o
lavar la ropa. Las mujeres, que se lavan en el interior,
duermen al lado de grandes charcos. La otra toma, que quedó
al descubierto tras las obras de construcción del
residencial La Galera, es otra de sus fuentes. Entre otros,
este es un punto de fricción con los vecinos de esta
comunidad, que aseguran que se han quedado sin agua en
muchas ocasiones. Las discusiones y los altercados han
provocado varias denuncias, pero los vecinos aseguran que el
silencio ha sido la única respuesta que han recibido de la
Administración, salvo en el caso del presidente de la Ciudad
Autónoma, Juan Jesús Vivas.
Vecinos e inmigrantes sólo coinciden en una cosa: exigen una
solución que dignifique las condiciones de cientos de
personas. Si continúa la inoperancia institucional la
situación no hará más que agravarse. La zona es un foco para
las infecciones y demuestra que la miseria, a veces, no está
lejos; en este caso, está en el centro de la Ciudad
Autónoma.
De vez en cuando, algún acogido de la Cruz Blanca lanza a
los inmigrantes su postre: un par de bricks de zumo.
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