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OPINIÓN - DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 2005

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis Cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

El Estatut de Cataluña va a traer tela marinera tela del telón incluidas las salidas de tono, de algunas de sus señorías, que no dejan en muy buen lugar a la clase política.

Cuando uno está en la clase política representando a una parte del pueblo español, debe contar hasta diez antes de manifestar algunos pareceres que dejan mucho que desear de lo que uno entiende que debe ser un representante del pueblo español democráticamente elegido.

Si no es así, y resulta que este representante del pueblo español no sabe guardar las buenas formas, es lógico que uno llegue a pensar y a preguntarse ¿y ese es el qué me representa a mi?.

El insulto es algo que no debe prevalecer, en los encuentros entre políticos de distintas ideas, a la hora de rebatir o debatir cualquiera de las cuestiones planteadas y donde, por supuesto, cada uno tiene una forma diferente de ver las cosas.

Si todos piensan de la misma forma, para qué se quiere qué exista la oposición.
El odio es el peor de los consejeros a la hora de juzgar a alguna persona que haya intervenido en algún tema que se tenga que debatir por rivales de la política.

El odio no es más que el remedio que tienen los mediócres hacia quienes consideran superior a ellos.

El odio, para todos estos mediócres, que hay en la vida, es la única panacea que tienen para atacar a quienes les ganan en todo incluida la inteligencia. Y eso, los mediócres, no lo soportan, esperando la primera oportunidad que se les presente, para mostrar ese odio que llevan acumulado, atacando con él como si fuese un veneno mortal lanzado por una cobra, para tratar de eliminarlo. Único fin al que dedican, estos mediócres, toda su vida.

El error, de los políticos mediócres, es la creencia de que quienes no piensan igual que ellos, son enemigos a los que hay que eliminar de la forma que sea, sin reparar en medios para hacerlo

En esos enfrentamiento dialécticos que se producen entre políticos de signos diferentes, la inteligencia juega un gran papel, a la hora de querer derrotar al contrario por el arma de la palabra.

Entra en juego la ironía y, sobre todo la capacidad de reflejos a la hora de dar una contestación que deje desarmado al contrario.

Han sido famosos los debates dialécticos entre personajes inteligentes de nuestra política, usando como única arma la fuerza de la palabra y la suficiente rápidez de reflejos para dar la repuesta perfecta en cualquier momento y que ha llenado de satisfacción y orgullo al pueblo, al comprobar el grado de inteligencia de los hombres y mujeres que habían elegidos para ser sus representantes.

Cuentan una anécdota, en la que uno de nuestros políticos queriendo llamar viejo a otro le dijo: “Usted se calla, que de viejo que es lleva los calzoncillos largos”.

A lo que el otro político, sin inmutarse le contestó: “no sabía que su señora era tan indiscreta”.

Eso es arte. Eso es sabiduría. Eso es saber estar y saber responder con la frase adecuada en el momento oportuno.

Eso es, simple y llanamente, tener inteligencia cosa, por otra parte, que en algunos de nuestros políticos brilla por su ausencia, y para contestar se sirven del insulto barato y callejero que podría suscribir, con toda la facilidad del mundo, cualquier personaje de la calle sin cultura alguna y, por supuesto, sin representar a una parte de los españoles.

Lo he escrito en multitud de ocasiones y lo voy a seguir escribiendo,`porque así lo pienso, que con la llegada de la democracia aparecieron, en España, una fauna política nacida como los pollos de granja y algunos de ellos aún continúan.

Aquí en esta mi tierra, cuando alguien mete la patita hasta el corbejón, se dice: “no todo el mundo puede vivir en la calle real”. Tratando de decir con ello que en esa calle real, viven lo mejor de esta tierra.

Esto, por supuesto, no es cierto, porque lo mejor puede vivir también en otros lugares que no sea la calle real, porque todos los que viven en ese lugar ni son los más inteligentes, ni los más guapos, ni los más ricos. En fin era una forma de decir y, dejemos que siga siendo solamente eso.

Lo que sucede es que, a veces, el odio hacia una persona es tan grande que se olvidan las formas y los modales, a algunas de sus señorías, poniéndose a la altura de lo más bajo del pueblo.

Rafael Estrella diputado socialista sufrió un ataque de odio furibundo, el otro día, cuando comparó a Aznar con el genocida yugoslavo Slobodan Milosevic en la comisión de Exteriores del Congreso.

Tuvo que intervenir el ministro Moratinos que le pidió al diputado de su grupo retirara lo dicho.

El odio como la pasión ciegan los sentidos y el hombre, cegados por ese odio, deja aparecer lo peor de él.
Se odia a todo aquel ante quien uno se siente inferior. Esa inferioridad se manifiesta de forma concreta entre los mediócres.

Servidor no odia a nadie.
 

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