Pocos son los ceutíes que no
conozcan, bien por amistad o bien por familiaridad, a
alguien que haya tomado las de ‘Villa-Diego’ desde el pasado
viernes con destino a la península. Algo que, por cierto, se
está convirtiendo casi en un lujo, a estas alturas de
película donde los precios -todos ellos- alcanzan niveles de
respeto, cuanto menos. Sin embargo, ese hecho no parece
arredrar a quienes, puente sí, fin de semana también, surcan
el Estrecho camino de un ‘merecido descanso’. No seremos
nosotros quienes critiquemos la actitud de nadie en este
sentido. La libertad individual es cuestión cuasi sagrada.
Sin embargo, acercándose fechas tan tradicionalmente ceutíes
como la de la festividad de La Mochila, se nos hace cuesta
arriba comprobar cómo vamos perdiendo parte de nuestra
identidad colectiva en beneficio, cada vez más, del estado
individual del bienestar que supone el disfrute de unas
mini-vacaciones. Máxime cuando las próximas festividades del
mes de diciembre (Constitución e Inmaculada) no combinan
para otro puente.
Más de tres mil ceutíes partieron
desde el medio día del viernes para regresar,
escalonadamente, a lo largo del próximo martes. Algo de
previsión habrá -pensamos- en las navieras como para acoger
semajante operación retorno. La vuelta a casa debe estar
protagonizada por la falta de incidentes, más o menos
desagradables, de los ceutíes con las navieras en su intento
de cruzar el Estrecho y retornar a Ceuta. Tras lo sucedido
en la ida, el pasado viernes, se habrá tomado -seguro- buena
nota.
Mientras, en Ceuta todo preparado
para actividades festeras de, nada menos, tres colectivos
religiosos: el cristiano con el Día de Todos los Santos este
próximo día 1 de noviembre; el musulmán con el final del mes
sagrado de Ramadán fijado -en principio según la luna- para
el día 3 y el Diwali hindú en esos mismos días. Semanas
antes la comunidad israelita celebró sus fiestas. Esa es la
esencia de Ceuta y de la que podemos sentirnos bien
orgullosos. Bien haríamos todos en conservarla.
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