Partido Popular y Partido
Socialista abren la trinchera otra vez con motivo de la
presentación de los Presupuestos Generales del Estado 2006,
y no lo hacen sutilmente, sino a lo bestia. Abrumadora y
sobria fue la crítica ofrecida por el diputado González
Pérez quien, una vez más, ejerció de líder mediático y
aclaró este fin de semana que las cuentas por escrito no son
las mismas que algunos políticos venden en suaves y
elaboradas perífrasis. Lo que pudo cerrarse como un solemne
acto de crítica tuvo, sin embargo, un final por todo lo alto
con acusaciones de racismo hacia los socialistas cuando los
periodistas interpelaron por el fatídico caso Granado. Al
político, en este caso Cucurull, no le tembló la voz en sus
afirmaciones de las que, probablemente, se habrá arrepentido
si no en su fondo, seguro que sí en su forma. Con la veda
abierta, Palomo echa a volar con voraces críticas hacia el
senador e inaugura una semana de reproches y vaivenes
políticos en la que pedirá protagonismo hasta el apuntador,
incluidas las respectivas nuevas hornadas, que no dejan
pasar una ocasión de mínimas proporciones para remitir
comunicados denuncia carentes de argumentación y sobrados de
expresiones adolescentes más propias de una revista de
quinceañeros. La juventud, y la carencia en ocasiones de
buenos ejemplos, les disculpa.
Quizá antes de dar rienda suelta al vocabulario agresivo,
los políticos deberían pensar que, por intereses
partidistas, ellos son los primeros en incurrir en una falta
de convivencia digna de reprobar en una Ciudad Autónoma que
presume de ser solidaria y acogedora con el prójimo. Claro,
siempre que este prójimo no pertenezca a filas políticas
distintas, porque en esa tesitura, lo de respetar y convivir
no es cuestión sencilla. Más bien todo lo contrario.
Esperemos que quienes nos mandan y quienes nos quieren
mandar sepan estar cada uno en su sitio, pedir las disculpas
debidas si es necesario, y dar ejemplo de convivencia, que
ya va siendo hora.
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