El número de mujeres tontas ha
aumentado gracias a María Antonia Granados: una señora
nacida en Lebrija y a quien su verborragia virulenta contra
Ceuta la ha convertido en persona indeseable para los
ceutíes. De todas formas, aún quedan por consagrarse muchas
imbéciles para poder igualar o superar la barrera casi
infranqueable de los tontos existentes. El día que ello
suceda, podremos hablar de que la igualdad entre sexos es ya
un hecho evidente. Lo cual va para largo; debido a que las
mujeres, incluso en los tiempos que corren, siguen siendo
conservadoras en muchos aspectos. Y ello les viene como
anillo al dedo para no desbarrar de la manera que lo ha
hecho la hasta hace nada directora médica de Atención
Primaria.
Hay muchas y variadas clases de tontos y de tontas. Y por lo
tanto, permiten que haya una justa correspondencia en cuanto
a los adjetivos con que se les puede nominar. La lista es
interminable, pero a mí me vale la expresión de tonta con
balcón a la calle -propiedad del maestro Antonio Burgos-,
para definir correctamente a María Antonia Granados. Creo
que la frase refleja perfectamente el grado de necedad de
una mujer que se ha perdido por un deseo manifiesto de
sobresalir. De ser reina por un día en su pueblo: Lebrija.
Donde a mí me tocó vivir uno de los pasajes dramáticos de mi
vida y sitio al que solía acudir con cierta frecuencia.
Pueblo estupendo, de calles serenas y enjalbegadas que
permiten que el sol, primoroso, reverbere en las fachadas y
salga despedido con nuevos bríos. La verdad es que Lebrija
no tiene la culpa de que le haya nacido allí esta médica que
un buen día decidió venirse a Ceuta como la que se va a un
país exótico para contarle, luego, a sus vecinos, por medio
de la emisora de radio más popular, sus acciones como Madre
Teresa de Calcuta.
No es la primera vez que uno asiste a declaraciones sobre
Ceuta de mujeres que llegaron a esta tierra convencidas de
que aquí había leones por las calles. Cierto que ese
desconocimiento de la ciudad no le impidió a una, en
particular, ser concejala con Francisco Fráiz. Quien no tuvo
tiempo de asesorarla para que la muchacha no proclamara a
los cuatro vientos el miedo que había pasado hasta
cerciorarse de que por las calles de Ceuta circulaban coches
en vez de monos y de tigres.
Pero María Antonia, tú no sabes lo que has hecho, se ha
pasado de castaño oscuro. Nada que ver con la tonta norteña
que esperaba arribar a un lugar donde las fieras, las
pertenecientes a la fauna, deambulaban a su antojo por la
ciudad. La Granados, a quien escuché atentamente en la SER
de Ceuta, me pareció una mujer peligrosa, no olvidemos que
los tontos, tonta en este caso, tienen mucho peligro cuando
le ponen un micrófono por delante. Así que empezó a largar
fiesta contra Ceuta y todavía hubiera estado dándole a la
mui si no fuera porque las emisoras de radio viven de los
anuncios.
Su intervención me recordó a la de esos políticos que les
hace una pregunta y te completan el programa o te rellenan
dos páginas del periódico. Verbigracia: Aróstegui. Pues
bien, María Antonia Granados, la lebrijana, hablaba, hablaba
y hablaba como si estuviera muy alejada de la Península y
sometida a unas vivencias peligrosas contra las que tenía
que luchar denodadamente. A mí me dio la impresión, por lo
que decía, que más que impetuosa, como ella se ha
calificado, María Antonia es mujer con un deseo enorme de
figurar y que vino a Ceuta para hacerse a la idea de que
estaba en un campamento de la cuenca del Níger, haciendo de
buena samaritana. Y ha sido destituida, que no cesada,
merecidamente. Lo dicho anteriormente: es una tonta con
balcón a la calle. Y me quedo corto.
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