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OPINIÓN - SÁBADO 22 DE OCTUBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

María Antonia Granados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El número de mujeres tontas ha aumentado gracias a María Antonia Granados: una señora nacida en Lebrija y a quien su verborragia virulenta contra Ceuta la ha convertido en persona indeseable para los ceutíes. De todas formas, aún quedan por consagrarse muchas imbéciles para poder igualar o superar la barrera casi infranqueable de los tontos existentes. El día que ello suceda, podremos hablar de que la igualdad entre sexos es ya un hecho evidente. Lo cual va para largo; debido a que las mujeres, incluso en los tiempos que corren, siguen siendo conservadoras en muchos aspectos. Y ello les viene como anillo al dedo para no desbarrar de la manera que lo ha hecho la hasta hace nada directora médica de Atención Primaria.

Hay muchas y variadas clases de tontos y de tontas. Y por lo tanto, permiten que haya una justa correspondencia en cuanto a los adjetivos con que se les puede nominar. La lista es interminable, pero a mí me vale la expresión de tonta con balcón a la calle -propiedad del maestro Antonio Burgos-, para definir correctamente a María Antonia Granados. Creo que la frase refleja perfectamente el grado de necedad de una mujer que se ha perdido por un deseo manifiesto de sobresalir. De ser reina por un día en su pueblo: Lebrija. Donde a mí me tocó vivir uno de los pasajes dramáticos de mi vida y sitio al que solía acudir con cierta frecuencia.

Pueblo estupendo, de calles serenas y enjalbegadas que permiten que el sol, primoroso, reverbere en las fachadas y salga despedido con nuevos bríos. La verdad es que Lebrija no tiene la culpa de que le haya nacido allí esta médica que un buen día decidió venirse a Ceuta como la que se va a un país exótico para contarle, luego, a sus vecinos, por medio de la emisora de radio más popular, sus acciones como Madre Teresa de Calcuta.

No es la primera vez que uno asiste a declaraciones sobre Ceuta de mujeres que llegaron a esta tierra convencidas de que aquí había leones por las calles. Cierto que ese desconocimiento de la ciudad no le impidió a una, en particular, ser concejala con Francisco Fráiz. Quien no tuvo tiempo de asesorarla para que la muchacha no proclamara a los cuatro vientos el miedo que había pasado hasta cerciorarse de que por las calles de Ceuta circulaban coches en vez de monos y de tigres.

Pero María Antonia, tú no sabes lo que has hecho, se ha pasado de castaño oscuro. Nada que ver con la tonta norteña que esperaba arribar a un lugar donde las fieras, las pertenecientes a la fauna, deambulaban a su antojo por la ciudad. La Granados, a quien escuché atentamente en la SER de Ceuta, me pareció una mujer peligrosa, no olvidemos que los tontos, tonta en este caso, tienen mucho peligro cuando le ponen un micrófono por delante. Así que empezó a largar fiesta contra Ceuta y todavía hubiera estado dándole a la mui si no fuera porque las emisoras de radio viven de los anuncios.

Su intervención me recordó a la de esos políticos que les hace una pregunta y te completan el programa o te rellenan dos páginas del periódico. Verbigracia: Aróstegui. Pues bien, María Antonia Granados, la lebrijana, hablaba, hablaba y hablaba como si estuviera muy alejada de la Península y sometida a unas vivencias peligrosas contra las que tenía que luchar denodadamente. A mí me dio la impresión, por lo que decía, que más que impetuosa, como ella se ha calificado, María Antonia es mujer con un deseo enorme de figurar y que vino a Ceuta para hacerse a la idea de que estaba en un campamento de la cuenca del Níger, haciendo de buena samaritana. Y ha sido destituida, que no cesada, merecidamente. Lo dicho anteriormente: es una tonta con balcón a la calle. Y me quedo corto.
 

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