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OPINIÓN - JUEVES 20 DE OCTUBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ortega y Gasset
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Se vienen celebrando los 50 años que hace de la muerte de Ortega y Gasset. Columnistas y ensayistas escriben en los periódicos sobre él y destacan aciertos de su obra que siguen teniendo una vigencia, mutatis mutandi, sólo al alcance de un gran pensador que, en muchos momentos, fue calificado de visionario y tachado de metafísico pelma y de dandi de salón.

Cuando se lo presentaron a Alfonso XIII, éste, en un alarde de imprudencia y simplismo borbónico, quiso quedarse con el filósofo y, claro, se ganó un enemigo que, llegado su momento, hizo posible que el Monarca abandonara España prudentemente, aunque poniendo pies en polvorosa.

La primera vez que yo oí hablar de Ortega fue debido a su muerte. Uno tenía, en aquel tiempo, la funesta manía de visitar frecuentemente la biblioteca municipal y dialogar con Antonio Femenía, funcionario que suplía con creces las tareas del técnico titular. Que si bien no estaba liberado de sus obligaciones, como se estila hoy en día, andaba siempre empinando el codo y, por tanto, incapacitado para poderle consultar.

Antonio Femenía, culto y predispuesto siempre a impartir sus conocimientos, me dijo que había muerto un hombre muy importante en España: alguien que había escrito: “Yo soy yo y mis circunstancias”, entre otras muchas cosas. Y, dado que mis alcances adolescentes no daban para entender semejante enunciado, inmediatamente se me calcó en la cara esa expresión de querer saber que tan bien conocía mi buscador de lecturas.

-Vamos a ver, Manolo, imagínate que vas montado en bicicleta y dejas de pedalear: ¿qué te ocurriría?

-Pues que me pegaría un jardazo contra el suelo.

-Pues bien, ahí tienes una de las posibles respuestas a lo que significa el hombre y sus circunstancias. En una palabra, jamás debes de dejarte ganar la partida por los problemas que existen en el sitio en el cual has nacido y vives.

De manera tan simple, pero tan sumamente ilustrativa, me dictó Femenía una lección que nunca olvidé y que, además, me hizo crecer pensando que yo estaba obligado a leer a quien los españoles habían ido relegando hasta parecer que jamás nunca había existido tan grande escritor, filósofo, ensayista, periodista, catedrático, etcétera.

Al cabo de los años, cuando he leído y releído la obra de Ortega y Gasset, sintiendo cada día la necesidad de hacer un poco de tiempo para dejarme los ojos en las páginas de unos volúmenes maltrechos ya por el transcurrir del tiempo, sigo acordándome del jardazo que podía haberme dado si hubiera decidido no pedalear en esta vida.

Porque vivir, según escribió el maestro, es haber caído prisionero de un contorno inexorable. Y no cabe más que sobreponerse a las circunstancias negativas. Porque la vida es circunstancial y obliga al hombre a afrontar ese hecho si no quiere perecer por resignación.

El Congreso de los diputados, con la defensa de Francisco Antonio González, ha ratificado en el Congreso la españolidad de Ceuta y Melilla, con los votos del Partido Popular y del PSOE. Si bien ha tenido en contra los de los nacionalismos periféricos. Es decir, los de ERC, CIU y el PNV. Algo tan abominable como esperado. Vuelvo a Ortega: “El hombre necesita nutrirse -egoísmo- con la vida de los otros -altruismo. Este profundo entusiasmo hacia el otro porque yo lo necesito supera la contraposición. El verdadero egoísta es el que en el fondo de sí mismo, no necesita al otro”. Catalanes, vascos y rojos de mentira, nos necesitan, pero nos odian hasta extremos insospechados. Es como si les obligaran a besar a una mujer por la que sienten asco: España.
 

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