El que Ceuta y Melilla desee
contar y tener relaciones preferentes con Andalucía es un
hecho real, querido y de histórica aspiración. Y todo, pese
al ‘palo’ con el que la Andalucía autonómica nos saludó en
1978 al dejarnos tanto a ceutíes como a melillenses a
nuestra suerte, rompiendo así una unión secular con las
provincias de Cádiz y Málaga respectivamente.
Dicho esto, que el PP de Arenas solicite que en la reforma
del Estatuto andaluz se introduzca un apartado en que el que
se prevea unas estrechas y preferentes relaciones con Ceuta
y Melilla, nos parece aceptable y hasta loable, lo que no
sabemos es si el resto de partidos políticos con escaño en
el Parlamento aceptarán tal empeño popular.
Es obvio, siempre ha sido así, que las relaciones familiares
y de vínculos hasta sociales de ceutíes y melillenses han
tenido y tienen especial relevancia en Andalucía.
De hecho, los ‘giros’ del lenguaje castellano que se aplican
tanto en Ceuta como en Melilla provienen del más puro
andaluz. Las fiestas, las celebraciones, la cultura en
definitiva de Ceuta, como la de Melilla cuenta con la
influencia evidente de Andalucía. El trasiego de las gentes,
la unión que los ceutíes mantenemos con lo andaluz es
notorio.
Ceuta pertenece judicialmente a Andalucía;
universitariamente forma parte también de la estructura
andaluza. Los ceutíes, miles de ellos residen ya en la Costa
del Sol o bien cuentan con una segunda residencia o en la
costa malagueña o en la gaditana.
Ya fue triste que por un hecho meramente político, el PSOE
andaluz se empeñara en darnos la ‘patada’ sin contar con el
sentimiento de una tierra con un arraigo y una vinculación
clara hacia Andalucía, a la que creía pertenecer.
Gobernaba entonces la UCD en Ceuta, y Alfonso Guerra quien
no lo pasó excesivamente bien en su mili ceutí, no podía
permitir -y no lo hizo- que esta tierra, la conocida
espiritualmente como ‘andaluza niñería’ mancillara el “buen
nombre de la de Blas Infante”.
|