Ha dedicado 20 años de su vida al
partido socialista de Ceuta. Por lo tanto, pudo ver cómo su
partido gobernaba en la ciudad. Poco tiempo después, llegó
la época de penurias y desafectos: la sede de la calle Daoíz
sólo era visitada por los socialistas de verdad; es decir,
por los que siempre han permanecido en el partido pasando
por carros y carretas. Todos ellos dignos de admiración,
aunque las vivencias de tan largos y malos momentos les haya
dejado secuelas que se les nota muchísimo.
La crisis de los socialistas de Ceuta empieza en el año de
1991, pero la cosa venía de mucho más atrás; de cuando
aquellos escándalos públicos ofrecidos por cargos que,
habiendo disfrutado de una vida cómoda y faltos de
actuaciones solidarias, se hicieron socialistas porque en
vísperas de los años ochenta ser de derechas estaba
etiquetado de abominable.
Todavía son recordadas las trifulcas entre Francisco Fráiz y
Aurelio Puya o bien los lamentos de Alejandro Curiel por ser
diputado. Uno vivió muy de cerca situaciones esperpénticas y
pudo observar de qué manera los dirigentes se destrozaban
entre ellos e iban arrastrando al partido al descrédito y,
naturalmente, a la ruina. Todo propiciado por el egoísmo y
porque, de la noche a la mañana, se vieron con mando y
sacaron a relucir lo peor que llevaban en sus interiores.
Cierto día, mientras entrevistaba a María Antonia Palomo,
salió a relucir esa época donde los plenos terminaban como
el rosario de la aurora. Con lo cual se hacía necesaria la
intervención de la Policía Local y también la de algún
facultativo porque había concejales que terminaban m idiendo
el suelo por mor de algún soponcio verídico o simulado. Que
de todo había.
Burdas escenas que se hicieron frecuentes y acabaron por ser
celebradas con gran regocijo por quienes contaban los días
para asistir a a una nueva sesión plenaria con trazas de
vodevil.
Pues bien, cuando parecía que aquellos desatres habían
perdido actualidad, María Antonia Palomo se encontró con lo
que jamás hubiera podido imaginar; con algo que ella
calificó de vergüenza nacional: la traición protagonizada
por Susana Bermúdez. Una tragicomedia que hundió a un
partido que ya venía dando tumbos sin cesar, durante muchos
años.
En aquella entrevista, 26 de octubre de 2003, la secretaria
general de los socialistas estaba eufórica porque confiaba
ciegamente en que José Luis Rodríguez Zapatero iba a ganar
las elecciones. Y, por consiguiente, auguraba un despegue de
su partido en todos los aspectos. Y sonó la flauta.: ZP se
convirtió en el manda principal de España. Y María Antonia
Palomo principió a soñar con ser presidenta de la Ciudad.
Legítimas aspiraciones, nunca fáciles de convertirse en
realidad, y que ahora se han puesto imposibles para ella.
Imposibles por culpa del tan cacareado fallo de ZP en
Sevilla. Un desatino que aún sigue coleando y ¡lo que te
rondaré, morena! Una nueva desgracia que ha puesto a los
socialistas de Ceuta en el punto de mira de quienes los ven
como personas poco interesadas por el devenir de Ceuta.
Craso error y una injusticia en todos los sentidos.
Me consta que los socialistas de Ceuta, los de verdad, que
los hay, están esperando que se haga realidad la visita de
ZP y la del rey Juan Carlos a la ciudad. Y, en este caso,
sin acordarse lo más mínimo de que ambos gestos puedan
repercutirles favorablemente en las urnas. Sino que los
desean para, como ceutíes que son, ser testigos de la
reparación que está pidiendo a gritos el mal comportamiento
del presidente. De todos modos, Toñi Palomo debe cambiar su
discurso. Ya que defender lo indefendible es como echar más
leña al fuego.
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