Muchas veces he sido testigo de
cómo hay ciudadanos que fruncen el ceño ante las
declaraciones patrioteras de quienes se arrogan el derecho a
ser más de Ceuta que nadie y más españoles que la mayoría.
No entienden tales ciudadanos que haya personas dispuestas
siempre a sentirse agraviadas por cualquier comentario
despectivo que haga un tío de Ciudad Rodrigo, por ejemplo,
acerca de una tierra que nunca visitó o bien la tiene metida
entre ceja y ceja por haber hecho muchas guardias en una
garita del cuartel de Regulares. Que hubo un tiempo donde
ser destinado a Ceuta o Melilla suponía un drama familiar y
muchas más cosas.
No se debe andar todos los días situado en el puesto de caza
con la escopeta cargada para tirarle a todos cuantos tengan
un mal concepto de unas ciudades a las que sólo se las puede
querer viviéndolas intensamente. Un hecho que uno trata de
disimular por pudor y para no ser tachado de más papista que
el papa. Que hay celosos guardianes dispuestos a pedir
partidas de nacimiento ante cualquier demostración de
afecto. Y, como yo, me consta que hay muchas personas que no
se atreven a defender con entusiasmo la tierra de adopción
por no ganarse la ira de algunos de sus hijos más dilectos y
exigentes.
De ahí que me hayan parecido muy acertadas las palabras de
Juan Vivas, días atrás, diciendo que la Ciudad no va a estar
permanentemente defendiendo la españolidad de Ceuta, salvo
en casos de pura necesidad. Sin ir más lejos: el silencio de
ZP en Sevilla, cuando bien pudo recordarle a Driss Jettu lo
requerido por la situación.
De todos modos, el presidente del Gobierno hará todo lo
posible por enmendar tan grande error (!) mediante
actuaciones posibilistas encaminadas a no abrir un frente
más de los muchos que ya tiene abiertos, aunque en su fuero
interno Ceuta y Melilla sean ciudades a las que aborrece en
grado sumo.
Le debe pasar con ellas lo que a Ibarreche con España: el
mero hecho de nombrársela le produce urticaria. Y así no hay
manera que los ceutíes puedan confiar en un Gobierno que nos
defiende a la trágala y cuya hipocresía es latente. Por lo
tanto, sigo insistiendo en que ser socialista en Ceuta, y
los hay de verdad, es un suplicio: pues jamás les será
posible despegar en las urnas.
Una situación que hará posible que Juan Vivas siga ganando
elecciones hasta que se aburra y crea oportuno tomarse un
descanso o bien sea designado por su partido para otros
menesteres más importantes. Suponiendo que alguien piense
que hay, actualmente, algo más importante que regir los
destinos de una ciudad que goza de una notoriedad
indiscutible en los medios de comunicación. Por cuanto
sabemos y, desde luego, por su situación estratégica.
Mariano Rajoy está en la ciudad y a buen seguro se dará
cuenta de que los ceutíes, por más que los políticos
ofrezcan cada vez menos confianza, están convencidos de que
con los populares en el Gobierno Marruecos se tomará menos
libertades. Que una cosa es mantener las mejores relaciones
con el vecino, necesarias a todas luces, y otra concederle
todas las ventajas para que no se nos moleste y nos arme la
zapatiesta. Mas hará bien Rajoy en medir sus palabras
alentadoras y las consiguientes promesas en estos momentos
en los cuales es, nada más y nada menos que el jefe de la
oposición. Que luego pasa lo que pasa... Es decir, que asume
la presidencia de España y lo que ahora es contundencia y
claridad de pensamiento, termina convirtiéndose en dudas
ante el deseo de no causar males mayores con la verdad.
Aun así, o sea, con las precauciones lógicas, Mariano Rajoy
representa la seguridad para los ceutíes. Sin duda.
|