En los círculos políticos ya se
comentaba en los últimos días de septiembre, antes de los
sucesos de la valla de Ceuta, que el presidente nacional del
PP, Mariano Rajoy barruntaba la idea de acudir a Melilla
primero y a Ceuta después como consecuencia del ‘feo’
causado a las dos ciudades por la no asistencia a la cumbre
hispano-marroquí. Idea que tomó más cuerpo, días después,
por los macabros acontecimientos del 29 de septiembre en el
perímetro de Ceuta con el asalto masivo a la linde de España
con Marruecos, traducido en más de un centenar de heridos y
cinco muertos. Idea que resultó definitiva en la decisión
final de viajar a las dos ciudades por el tan traído y
llevado ‘silencio’ de Zapatero ante Jettú el mismo día 29
cuando se cuestionó el ‘status quo’ de Ceuta y Melilla hacia
una ‘co-soberanía’.
No fue hasta el miércoles -día 5 de octubre- cuando la
vicepresidenta del Gobierno recibió a los presidentes de
Ceuta y Melilla, que se supo de la visita apresurada de De
la Vega a ambas ciudades. Bien recibida, por otra parte.
Debemos concluir que toda visita institucional a las dos
ciudades españolas del norte de Africa son excepcionalmente
bien acogidas. Pero éste y no otro, fue el ‘tempus’ de las
agendas.
Dicho lo cual, la visita de Rajoy a Melilla el pasado
domingo llevaba consigo la espera, para hoy jueves, de la
llegada a Ceuta del líder nacional del principal partido de
la oposición. De ahí lo de esperada.
Las circunstancias novedosas indican, según informe de la
UE, que una bolsa de más de 30.000 inmigrantes acechan las
ciudades de Ceuta y Melilla entre Argelia y Marruecos y que,
por otro lado, las encuestas apuntan a un cambio en la
intención de voto por primera vez desde las pasadas
generales a favor del PP. Y todo ello unido a que un 67% de
los españoles manifiestan que el Gobierno español aplica
medidas excesivamente suaves para con Marruecos.
No obstante no hay mal que por bien no venga y la extrema
situación en la que se halla, en estos instantes la
inmigración y en lo que afecta a España y a Europa, va a
provocar soluciones, esperemos que definitivas.
De igual modo, y ante el constante flujo de información al
respecto que se ofrece en la actualidad, donde Ceuta y
Melilla son protagonistas, convendría aprovechar la
coyuntura como para que se erradique del vocabulario
relacionado con las dos ciudades la palabra “plazas” en
relación a la pertenencia de España. Nadie habla de plazas
españolas de Irún o de La Guardia por su cercanía a Francia
o a Portugal, respectivamente.
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