Cuando uno va cumpliendo años y se
va alejando, cada vez más y a mayor velocidad, de la
juventud, empiezan a venirle a la memoria, hechos pasados en
lo que recrearse y sentirse bien con aquello tiempos y esos
pasajes agradables de recordar.
Una vez recordados, con esa enorme satisfacción que da el
saber que, en alguna ocasión, uno también fue niño, se
dedica a contárselo a los demás y es ahí donde empieza, lo
que algunos ignorantes les dan por llamar, las “historietas
de los abuelos Cebolletas”. Sin pararse a pensar, por unos
momentos, que a ellos les llegará un tiempo en que desearán
volver atrás y recordar las memorias de sus tiempos de
chavales. ¡Pobres de aquellos que no lleguen a esa edad en
que se desea contar todas esas vivencias de tiempos
pasados!.
También se puede dar el caso de que carezcan de vivencias
por haber estado, toda subida, pegados a la faldas de mamá,
y no tengan apenas cosas que contar, a no ser las
conversaciones que las amigas de mamá mantenían en esos
cafés que se tomaban en casa, donde además de hacerse la
señal de la cruz, cada dos por tres, ponían a parir a todo
bicho viviente. Cumpliéndose, en muchas ocasiones, aquello
de que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo.
Aunque estas dignísimas señoras, no tenían de que
preocuparse, todo consistía en ir a confesar cada día y dar,
de vez en cuando, un limosna a un pobre, no mucho dinero,
porquelos pobres no está bien que tengan dinero, que eso
todo lo perdona y hace ser, al personal, muchísimo mas bueno
cada día lo que da opción,al día siguiente, a la hora de
tomarse el café, seguir despellejando a todo bicho viviente.
En muchas ocasiones, cuando he visto a determinadas personas
en la puerta de las iglesias esperando para entrar a
escuchar misa, no he tenido más remedio que sonreírme ante
tanta mentira e hipocresía.
La sabia de mí abuela me decía: que todo el que va, cada
día, a la iglesia a confesar es porque tiene muchos pecados
y quiere que Dios se los perdone. Cosa que no es necesaria
en aquellas personas que no van a confesarse, cada día, ni a
darse golpes de pecho.
O sea, con claridad meridiana, mi abuela a igual que a
servidor, no se fia ni un pelo de todos esos que, cada día,
van a confesar y a darse golpes de pecho y, después, son
incapaces de darle un pedazo de pan a un pobre.
Ahora, eso sí, en la puerta de la iglesia, a la salida de
misa si hay , por casualidad, un pobre le darán una limosna,
mientras le sonrien, con sonrisa beatifica, a otros que
salen de la misma misa y que se disponen a dar, cómo no,
otra limosna al pobre de turno.
No mucha cantidad, porque si le dan mucho el pobre puede
cometer cualquier despilfarro con esa enorme cantidad de
dinero pues, todo quisqui sabe, que los pobres son los
mayores despilfarradores del mundo mundial.
Que gran gesto, que gran detalle de todas estas buenísimas
personas. ¿Qué sería de los pobres que se sientan a las
puertas de las iglesias, sin estas bonísimas criaturitas no
les diesen, cada domingo, esas limosnas ?.
Claro que el darle esas limosnas a los pobres, también tiene
su recompensa. Esas limosnas, dada con toda la voluntad del
mundo, vale para dejar limpia sus conciencias y poder
seguir, en las meriendas de las tardes, “despellejando” a
todo bicho viviente.
Y ni te cuento, amigo guardia, a donde llega el asunto del
“despellejamiento”, si por una de esas casualidades de la
vida, la hija de la portera, se ha quedado embarazada de su
novio de toda la vida. ¡Pobre chica, pobre madre y pobre
novio!.
Estas buenísimas señoras, todo bondad, todo caridad seguro
que la “vestirán” de arriba a abajo. Cariñosas son todas
esas criaturitas que, al dia siguiente, como está mandado
irán a confesarse, darse golpes de pecho y, cómo no, a
comulgar como está mandado en personas de tanta creencia
religiosa.
Y los pobres, esos pobres, que se sabían criticados por
aquellas “angelicales damas”, eran los mismos, que sabiendo
todo lo que murmuraban de su familia, se apartaban para
dejarles paso, se quitaban la boina para saludarlas y le
seguían llamando doña fulanita, doña menganita.
Hoy, gracias a Dios, a ese Dios al que siguen visitando,
cada día, todas esas “angelicales criaturas”, el mundo ha
cambiado y hasta se ve, como debe ser, como algo de lo más
natural que una chica se quede embarazada de su novio. No
pasa absolutamente nada. Es la vida.
Las que no han cambiado son todas esas “angelicales
criaturitas”, que siguen acudiendo, cada día, a darse golpes
de pecho y dándole una moneda de diez centimos a esos pobres
que alargan sus manos solicitando unas monedas en las
puertas de las iglesias.
Y es que, la falsedad y la hipocresía, son dos cualidades
innatas en todas esas criaturitas ,que alrededor de un café
siguen “despellejando” a todo bicho viviente.
|