Los últimos y graves acontecimientos referentes a la
inmigración en la ciudad tienen un lado amable reflejado en
la tolerancia y buena voluntad del personal del Centro
Temporal de Estancia de Inmigrantes de Ceuta (CETI), que
facilita los medios para celebrar el ayuno de Ramadán a los
musulmanes que la pasada semana saltaron la verja en su
particular aventura por alcanzar una vida mejor.
De los 700 inmigrantes que alcanzaron tierra española, 340
practican la religión musulmana y, para ellos, el CETI ha
llevado a cabo una reorganización de los turnos de cocina de
manera que pueda preparase sus comidas tras la puesta de sol
y antes de que el astro vuelva a salir.
A las 20:00 horas, los trabajadores del comedor del centro
ceutí de inmigrantes entregan a los musulmanes una selección
de alimentos típicos de su cultura durante este mes de
ayuno, como es la ‘harera’, los dátiles y el pollo, entre
otros. A las cinco y media de la madrugada tienen una
segunda comida compuesta de alimentos variados de manera que
ingieran los nutrientes necesarios para aguantar hasta la
puesta del sol.
En cuanto al hábito del rezo, los inmigrantes buscan su
propio espacio donde realizar las oraciones correspondientes
a cada momento de la jornada.
El Ramadán consiste en guardar un mes de ayuno completo
durante el día con la prohibición de comer, fumar, beber,
usar perfumes, mantener relaciones sexuales, pelearse e
incluso discutir, desde el despertar del alba hasta tres o
cuatro minutos después de haberse puesto el sol.
El mantenimiento de este ayuno es obligado para todos los
musulmanes con excepción de los ancianos, los enfermos, las
mujeres embarazadas, las que amamantan a sus hijos, los
viajeros que cumplen largas jornadas o los combatientes en
una guerra justa. Los enfermos, una vez sanados, y las
mujeres cuando terminan de amamantar a sus hijos, deben
recuperar día a día las jornadas que no pudieron guardar
ayuno durante el mes de Ramadán, aunque no tienen que
hacerlo de manera continuada sino a su mayor conveniencia.
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