A escasos días de conmemorar la
década de los tristes acontecimientos que Ceuta vivió en el
cálebre Angulo -hoy reconstruído-, la Ciudad ha vuelto a ser
foco de atención informativa mundial por unos hechos, de
nuevo penosos y lamentables.
El mundo ha situado a Ceuta en el contexto de la precariedad
de la inmigración y comparando la valla que separa la ciudad
de Marruecos como otro ‘muro de la vergüenza’ donde el
occidente rico linda con la pobreza africana. Ceuta no ha
quedado bien parada y España tampoco, para qué lo vamos a
negar.
Hartos ya de oir y ver cómo los ‘noticieros’ internacionales
reciben información sesgada en función de donde se ‘beba’ la
fuente, Ceuta no es ni una ciudad ocupada por España, ni un
resto del vetusto colonialismo español... hasta de esta
desgracia humana que supone el fenómeno de la inmigración y
sus consecuencias, saca provecho Mohammed arrinconando a
España y a su Gobierno, tocado, muy tocado en su unidad
territorial, ora la Nación catalana, ora el País Vasco... y
sin saber contestar que Ceuta y Melilla son España.
Todas estas circunstancias provocan reacciones adversas en
todos los sectores. Las imágenes de una Ceuta plagada de
inmigrantes saltando vallas; de heridos; de policías; de
militares custodiando el territorio... imágenes que en las
últimas 48 horas han dado la vuelta al mundo y que hacen un
muy flaco favor a la política turística, a la de atracción
de inversión.
Una vez más, Marruecos ha puesto en evidencia a España a
nivel mundial. Es difícil tratar con un país con una pasmosa
facilidad para la traición a lo español. Tan protector con
lo francés y tan endiabladamente calculador con todo lo que
significa lo español.
Desgraciadamente, el análisis de todo lo sucedido en las
últimas horas es negativo para todos los ceutíes sin
distinción de raza, condición o color político. Y lo peor es
que el Gobierno de la Nación ni ha convencido a los propios,
ni a los extraños, pero ha vuelto a ceder y eso es lo
realmente peligroso. Con Marruecos las palabras siempre se
las llevó pronto el fastidioso levante por lo que no estaría
mal andarse precavidos. Los rifeños del valiente Abdelkrim
pueden dar fe.
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