El Real Madrid ha crecido
económicamente con Florentino Pérez a costa de convertirse
en un equipo que no cesa de dar tumbos. Lo ocurrido frente
al Barcelona es un desastre más, aunque doblemente doloroso,
de los muchos que ha vivido el Madrid en las últimas
temporadas.
Fracasos rotundos que han sido disimulados por los
periodistas afines al presidente. Hasta que les ha estallado
en la cara la exhibición azulgrana y los ha dejado a todos
con las posaderas al aire y sin más asideros donde agarrarse
que en el comportamiento del público en el Bernabéu y, sobre
todo, en el mito que se han fabricado en época donde los
héroes cotizan a la baja.
Sigo en mis trece: Casillas no es el portero que necesita un
conjunto obligado a ganar uno o dos títulos cada temporada.
No se quieren enterar, quienes escriben y hablan de fútbol,
que los porteros han de dominar el juego aéreo, manejar bien
el balón con los pies y gozar de un conocimiento táctico
capaz de hacer que sus compañeros no sufran continuamente la
pérdida del medio terreno ante un equipo superior o que
tiene un día más inspirado. Podría enumerar una serie de
acciones encaminadas a esclarecer lo que digo; pero sería
entrar en detalles técnicos-tácticos que no encajan en la
columna.
También es cierto, así me lo recuerdan algunos aficionados,
que no toda la culpa de los males madridista la tiene el
guardameta. Sin duda. Aunque nadie me negará que la
sobrevaloración que hacen de Casillas está cimentada en que
cuenta con grandes reflejos, debido a su edad, y en
intuiciones específicas de cancerbero de balonmano. Poco
bagaje para que la mitomanía de los medios haya ido creando
la imagen de un ser excepcional que está evitando males
mayores a sus acabados compañeros de equipo.
Una tendencia patológica a la mentira y a la fabulación, que
perjudica notablemente al fútbol en general y al Madrid, en
particular. Y ya no hablemos de la selección española: tuvo
que jugar una repesca por un fallo infantil de quien está
valorado por encima de sus posibilidades.
Pero hay más cosas que han servido para que el Madrid se vea
inmerso en un estado de juego negativo y ofrezca la
posibilidad de que cualquier equipo llegue al Bernabéu y lo
ridiculice de cabo a rabo. Sin ir más lejos, esta temporada
lo han hecho Celta, Valencia y Barcelona. Y, según se
presenta al panorama, mucho me temo que no serán los últimos
conjuntos que le zurren la badana en su propia casa.
Y es que el Madrid hace ya mucho tiempo que perdió la
identidad de equipo inculcada por el legendario Alfredo Di
Stéfano. Los futbolistas buenos, si además son sacrificados,
serán aún mejores. Una especie de credo que supo interpretar
perfectamente Pirri: a quien por cierto nunca se le ha hecho
justicia en el fútbol español. Otro que tampoco gozó de ella
fue Makelele: cuya ausencia, incomprensible a todas luces,
sigue acusando el equipo. Con él, los compañeros sabían que
estaba asegurada la cobertura. Puesto que era en el césped
corrector permanente de todos los desbarajustes que se
producían entre líneas. Quien más ha notado la baja del hoy
jugador del Chelsea, ha sido Zidane. Fue irse su compañero y
principiar su decadencia.
En medio del caos que ha propiciado la enorme actuación del
Barcelona en el Bernabéu, se habla de que Fabio Capello será
el entrenador la próxima temporada. Y ya empiezan los
periodistas de turno a comentar que su forma de trabajar no
es la adecuada para dirigir a los actuales jugadores de la
plantilla. Lo cual son ganas de meterse con él antes de
tiempo. Es decir, antes de que el italiano informe que no
cuenta con Casillas. Entonces, se armará la de Dios es
Cristo. Que venga Fabio cuanto antes.
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