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OPINIÓN - MIÉRCOLES 23 DE NOVIEMBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

Arenas, Vivas e Imbroda
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Vivas e Imbroda llevan un tiempo en el cual van cogidos de la mano a todas partes. Forman una pareja política a la que el gran público ha conocido a raíz de los problemas surgidos con los inmigrantes en las ciudades que presiden. Ambos se han puesto de moda, y el Partido Popular hace bien en lucirlos a cada paso. Una tarea que parece haber recaído en la persona de Javier Arenas. Quien tiene tablas suficientes para cumplir el cometido que le han asignado o bien lo ha decidido él por su cuenta y riesgo.

En la conferencia de la Fundación Antares de Sevilla, el jueves pasado, Javier Arenas estaba en la primera fila del salón de actos y los conferenciantes, Vivas e Imbroda, daban la impresión de sentirse minuciosamente analizados y controlados por el hombre fuerte de los populares sevillanos. Una situación que éste, dada su destacada personalidad, no puede evitar: aunque debería poner los medios para que ese control no fuera a más y terminara convirtiéndose en grave defecto.

Porque de seguir el presidente del PP-A actuando como lo haría un apoderado con una pareja de jóvenes novilleros, seguro que Vivas e Imbroda terminarían hasta los mismísimos adminículos de lo que lleva camino de convertirse en exagerada protección. Y es que Javier Arenas, el hombre que mejor arquea la ceja izquierda, después de Charles Boyer, parece haber entrado en una fase de su vida donde gusta de supervisar hasta los menores detalles de los políticos que va ganando para su causa.

A Javier Arenas quise yo entrevistarlo en Sevilla: llamé su atención una vez terminada la conferencia y mientras charlaba con Vivas. Su respuesta fue un gesto con la mano que me pareció decir que me atendería en la cena. Pero en la cena no estuvo ni él ni Imbroda. Y, claro, me quedé sin poder preguntarle por algo que tengo interés en conocer: ¿cuándo comenzó a creer de verdad en las posibilidades de Vivas como político y, sobre todo, como presidente de la Ciudad? Pero mi gozo en un pozo. Así que habré de seguir esperando mi oportunidad. Aunque a lo mejor es una pregunta molesta hasta para quien ha ganado fama de enmendar sus a veces precipitadas opiniones con el arte de su admirado Curro Romero.

Lo cierto es que Vivas jamás le echará en cara a Arenas la escasa confianza que, en un principio, había depositado en él. Puesto que el presidente de Ceuta es más listo que el hambre y cuenta, además, con tacto y habilidad para dar y tomar. De haber sido diplomático, no me cabe la menor duda de que estaría ocupando, actualmente, una de las embajadas más importantes.

Decía yo, días atrás, que la singularidad de Vivas está, según mi modesto entender, en que su presencia no despierta el menor asomo de contrariedad entre quienes acuden a oírle. Porque goza de la cualidad que tienen los buenos vinos: entrar despacito con el fin de turbar lo necesario y estimular las buenas intenciones.

Algo que no está, sin embargo, al alcance de Juan José Imbroda. Éste, tal vez porque Melilla está a mucha distancia de la península, vive aún sometido a los recuerdos de un ferviente africanismo militar. Postura legítima, pero que no beneficia en nada a la ciudad que preside. Porque esa manía de volver a situar a Franco a primera vista de los pasajeros que arriban a Melilla es, cómo no, un gesto innecesario a todas luces.Un gesto aprovechado por Canal Sur, durante el programa de Paco Lobatón, para ofrecernos la imagen de alguien que dijo ser coronel y que no sólo defendía lo autorizado por Imbroda sino que, llevándose el pulgar y el índice al cuello, pedía que a los rojos se les cortara la cabeza. Así es difícil que Imbroda pueda generar simpatías para su tierra.
 

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