El pasado domingo se enfrentaban la A.D. Ceuta y el C.D.
Linares en el Murube. Dos equipos que encaraban el encuentro
de forma muy distinta. La necesidad de salir de los puestos
bajos frente a la tranquilidad de estar entre los primeros.
Empate a uno en el marcador. Un único partido en el terreno
de juego y dos totalmente opuestos en la sala de prensa.
Tanto Ramón María Calderé como Pedro Braojos consideraban,
al término del encuentro, que el resultado era injusto
porque habían hecho más méritos que su rival para ganar,
creyéndose legitimados para reclamar los tres puntos en
juego.
En verdad hubo un periodo para cada equipo. Los primeros
cuarenta y cinco minutos fueron para el Ceuta que jugó bien,
incluso muy bien para lo que nos tiene acostumbrado esta
temporada. Rapidez, desborde, toque, agresividad, etc.
También es cierto que se vio favorecido al convertir en gol,
en el minuto nueve, su primera aproximación al área
contraria.
Pero el gol de Miguel fue como una máscara, ya que destacó
las virtudes del Ceuta en la primera parte, a la vez que
desveló sus defectos en los segundos cuarenta y cinco
minutos.
Tras la reanudación, el Linares fue mejor, logró el empate y
no se llevó la victoria de puro milagro. Los de Braojos
estuvieron a punto de sentenciar el choque en varias contras
peligrosísimas. En los cinco últimos minutos, la victoria
pudo caer en manos de cualquiera de los dos equipos. Por
entonces, el encuentro era ya una locura.
El buen juego desarrollado por el Ceuta en el primer periodo
nos hace ser optimistas de cara al futuro. Normal. Una frase
célebre decía que engullimos de un sorbo la mentira que nos
adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga.
En fin, pensándolo bien, sería preferible guardar el
optimismo para cuando el equipo gane tres partidos seguidos.
¡¡A por ellos!!
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