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OPINIÓN - DOMINGO 13 DE NOVIEMBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

Arenas debe estar satisfecho

 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace unos días, refería el desconocimiento que de Ceuta se tenía, y se sigue teniendo, en muchísimos rincones peninsulares. Situación que inspiró a Paco Amores (el popular Curro) para bautizarla como la Bella desconocida. Un acierto del veterano periodista: no olvidemos que a ella arribaron algunos viajeros convencidos de que aquí se paseaban los leones por las calles. Un hecho que conviene recordar por su veracidad, en cuanto se encarte, para que los ceutíes no decaigan en el empeño de darla a conocer mediante todas las posibilidades que estén a su alcance.

También escribía que ha habido políticos, desde los tiempos de Maricastaña, que hicieron todo lo que estaba en sus manos para llamar la atención de las personas dispuestas a viajar. Pero que esta ciudad nunca tuvo el tirón necesario para ganarse la voluntad de los turistas. Siendo como es una joya en muchos aspectos. Será que uno la mira con esa pasión, no sé si desmedida, con la que que suele mirar las cosas más queridas.

Pues bien, mira por dónde se celebra el Debate del Estado de las Autonomías y Ceuta halla la oportunidad de presentarse en sociedad ante unos peninsulares que la observan con desdén y casi siempre para recriminarla por sucesos que no soportarían en otros lugares y que aquí se conllevan con una dignidad ejemplar.

Esa presentación, en sitio tan singular como es el Senado, corrió a cargo de Juan Vivas: presidente de una ciudad que lo votó masivamente en su día. Y si bien las mayorías absolutas suelen desembocar en una oligarquía, en este caso ha supuesto la consagración de un político que llegó al cargo procurando hacer el menor ruido y dominado por todos los miedos de perecer en el intento.

Me consta que Luis Vicente Moro, cuando era delegado del Gobierno, procuró, dada su experiencia en los asuntos públicos, aconsejarlo y darle todos los ánimos necesarios. Pero de nada vale ello si el aconsejado no cuenta con las aptitudes que exige el cargo.

Porque ni siquiera Javier Arenas, hoy rendido admirador de Vivas, confiaba lo más mínimo en las posibilidades de quien se ha venido afirmando, cada vez más, como el hombre que ha de continuar luchando por los intereses de Ceuta en Madrid o en Pekín.

Y cuando hablo así, créanme que no estoy contando ningún tipo de chisme ni nada que se le parezca: sino que estoy reflejando la verdad de cuantos desconfiaban de la poca capacidad de Vivas para madurar, cual líder, con la urgencia que requiere una Ceuta tan compleja. Y en el caso de Arenas, tal vez asesorado precipitadamente, las dudas eran muchas. Eso sí: estaba éste en su perfecto derecho de permanecer en guardia. Como satisfecho ha de estar después de ver la actuación en el Senado de quien él tuvo la oportunidad de investir como presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta.

El Debate del Estado de las Autonomías ha servido, sin duda, para que Ceuta sea más conocida por medio de las palabras de un presidente que estuvo a una altura estupenda. Volveré a repetir lo que ya he dicho de su discurso: fue suave pero digno, austero pero no áspero, cortés y completamente sereno. Un discurso de alguien que domina la escena en cuanto a no generar crispación entre sus oyentes. Algo primordial en cualquier época, pero mucho más principal en la que nos está tocando vivir.

Juan Vivas, con su saber decir las cosas y a pesar de que en la tribuna de oradores no podía olvidarse de las consignas de su partido, hizo la mejor publicidad de Ceuta que jamás se haya hecho. Y es más: llegó a sitio tan principal como novillero, válgame el símil, y salió de él como un lidiador excepcional. Diestro.
 

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