La Confederación de Empresarios ha
vuelto a poner el dedo en la llaga de la angustiosa
situación económica que padece la Ciudad Autónoma. El que
Ceuta cuente con más de un 93 por ciento de trabajadores con
contrato temporal es un síntoma de inestabilidad que incide
negativamente en los proyectos de futuro a medio y largo
plazo de las familias caballas.
Los datos, proporcionados por el INEM y que maneja la propia
Confederación, son categóricos. La Unión Europea podría
estar receptiva a enviar ayudas destinadas a la estabilidad
en el empleo favoreciendo al sector empresarial. Un momento
donde los vientos soplan de popa para este concreto
escenario en la Unión.
Tampoco es muy de recibo esta situación que depara un
incierto futuro entre nuestra juventud y las subsiguientes
hornadas que van adhiriéndose anualmente a la población
activa ceutí.
Que el sector privado debe tomar iniciativas tendentes a
elevar el listón en los distintos ámbitos económicos, sería
un objetivo a tener en cuenta. Sin embargo, las apuestas de
lo privado en una ciudad golpeada con fuerza -últimamente-
en su imagen; los elevados cánones establecidos en los
portes; un Ipsi que se trata de adaptar a la crisis pero que
aún no se ha adaptado; la carestía de los desplazamientos
hasta Ceuta; la brutal competencia de las grandes
superficies próximas a la ciudad; la, cada vez mayor,
demanda de ofertas de los consumidores; el limitado poder
adquisitivo, en general, de los ciudadanos... y un todavía
largo etcétera hacen que el sector privado tampoco
estabilice su situación entorno a una plantilla indefinida.
Es la pescadilla que se muerde la cola y alguien debiera
enderezarla. De momento lograr una apuesta de acción común
entre la Administración y los empresarios, para reducir la
temporalidad, podría ser un buen comienzo.
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