No era la primera vez que profesionales del sindicato de
sanidad oficial de Marruecos colaboraban, echando una mano,
aliviando el estado de salud de los subsaharianos. Ya de
vuelta advertían sobre la plaga de sarna que se abatía sobre
el improvisado campamento (afectando a más de treinta
inmigrantes), a la vez que un brote de fiebres tifoideas ya
se habría cebado en una persona que presentaba un cuadro
clínico preocupante.
Toda la operación duró apenas quince minutos tras los cuales
y los apretones de manos de rigor, cada mochuelo a su olivo.
En mi caso y volviendo hacia Martil, ya más relalajado,
aproveché con mi colega Said (periodista de “La Chrónique”)
para intercambiar ideas sobre lo complejo de la situación:
casi en tierra de nadie, con síntomas de agotamiento y el
invierno encima, ¿qué hacer con ellos?, ¿darles una patada y
rechazarles, con una mano delante y otra detrás?.
En Rachidía, al sur de Marruecos camino al valle del
Tafilette (cuna de la dinastía alauí), las fuerzas de
seguridad (unidades móviles de intervención) “peinan” la
ciudad, ejerciendo de paso presiones sobre la Asociación
Marroquí de Derechos Humanos: “han hablado, de forma
intimidatoria, con el comerciante que nos tiene alquilado el
local”. Todavía el día cinco y de noche, autobuses con la
luces apagadas transportaron a subsaharianos hacia la
frontera, “a ver si de paso los balean los argelinos”. Los
aduares cercanos a la carretera también fueron obligados a
cortar la iluminación y hay constancia, al menos, de una
mujer y su hija muertas.
El sábado a primera hora, después de un té y una “bastela”
en la cafetería “Dallas” (la única que, en Ramadán, sirve
consumiciones a los “gauris” como yo) me encaminaba en
Tetuán a la sencilla sede de la asociación, donde me
esperaba su presidente (el profesor Jamal Eddine) y el
delegado regional de “Andalucía Acoge”, Mohamed Azzallal,
quién no solo ayudó con la traducción sino que fue,
constantemente, tomando notas que luego me pasó. No tengo
espacio ahora para sintetizar cuatro horas de conversación,
pero el profesor Eddine contestó cordialmente a todas la
preguntas, incluso las más escabrosas y alguna había ...
La sección tetuaní de la asociación (fundada a nivel
nacional en 1979, los difíciles “años del plomo”) se remonta
al 14 de julio de 1990 (aniversario de la “Revolución
Francesa” matizan), contando en la actualidad con 150
miembros, participando en cuantas acciones se han
organizando en apoyo de los derechos humanos intentando, a
la vez, sensibilizar sobre los mismos al pueblo marroquí.
En el tema de la inmigración la asociación es decididamente
partidaria de la libre inmigración, razón por la que se
manifiestan decididamente en contra de la creacción de
centros, similares a los CETIS, en territorio marroquí
además de guardar reservas sobre la hipotética gestión de
los mismos.
Finalmente y después de consultar a los asistentes que, poco
poco, se fueron juntando, Jamal Eddine se suelta la melena:
“Actualmente hay en Marruecos un retroceso de los derechos
civiles y políticos, regresando actitudes como los
secuestros y la muerte de ciudadanos en las dependencias de
policía. También rechazamos el actual código electoral, como
todos los organismos de la izquierda democrática en
Marruecos”.
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