Creo que fue en julio pasado, es
decir, ayer mismo, cuando escribí sobre la dificultad que
entraña hacer una plantilla de fútbol con garantía
suficiente para responder a las exigencias del club y, desde
luego, ateniéndose al presupuesto destinado al efecto. Y lo
hice aprovechando las dudas que había en relación con la
persona que iba a sustituir en la presidencia a quien la
había ostentado muchos años y con bastante éxito, la verdad
sea dicha. Y advertí de lo arriesgado que era dejar
semejante menester en manos de indocumentados en cuestiones
de fichajes. Todavía no se había producido el relevo en la
presidencia.
Efectuado el cambio, y después de leer unas declaraciones
del nuevo presidente, Ernesto Valero, en las que éste
expresaba con toda sinceridad que no sabía ni papa de fútbol
y confesaba, además, que era un deporte que nunca le había
llamado la atención, empecé a sospechar que la Asociación
Deportiva Ceuta estaba condenada a pasar un mal trago
durante la temporada. Y, claro, volví a la carga: explicando
lo complejo que es contratar a equis futbolistas,
desconociendo el mercado y, por lo tanto, teniendo que estar
sometido a los intereses de los representantes.
Eran días donde un coche anuncio, con voz sonora y algo
tronante, callejeaba sin cesar para decirnos que había
llegado la hora de recuperar el prestigio del primer equipo
de la ciudad. Como si el haber jugado seis fases de ascenso
no fueran motivos suficientes para respetar el trabajo de
una directiva que llevaba muchas temporadas entregada al
club en todos los sentidos. A partir de ese momento, y
aunque me consta que se alegaron errores en la redacción de
tan lamentable discursillo y se pidieron las consiguientes
disculpas, me di cuenta de que la Asociación Deportiva Ceuta
carecía de organización adecuada a la categoría del club.
Así, no me ha extrañado que me lleguen noticias
desalentadoras en lo tocante a los últimos viajes que ha
hecho el equipo. Un desorden en todos los sentidos y cuyas
consecuencias redundan en contra de cuanto representa un
club perteneciente a una ciudad que anda siempre mirada con
lupa.
Los desplazamientos a Ecija y Villanueva de Córdoba han
suscitado comentarios desagradables de todos cuantos
sufrieron el desbarajuste ocasionado por la improvisación.
Unos hechos que van en consonancia con los malos resultados
que ha obtenido la ADC hasta la fecha. Aquí cabría decir que
se junta el hambre con las ganas de comer. Y, sobre todo,
creo que ha llegado la hora en la que el presidente, por muy
nuevo que sea en estas lides, sepa que enfrentarse con los
árbitros es gana de buscarse la ruina deportiva.
Por todo ello, y habiendo visto cómo han sido suspendidos
Calderé y Nayim, convendría cuanto antes que alguien
comience a impartir lecciones de calma y dosis de sentido
comun a una plantilla que tiene calidad para salir del
atolladero en el que se ha metido a las primeras de cambio.
Nunca es tarde para enmendar errores ni para acertar con el
fichaje de ese delantero tan deseado por el entrenador,
debido a que los fichados no le han respondido como él
esperaba.
Si bien me veo en la obligación de recordar nuevamente, por
si interesa a alguien, que nunca es bueno el que dos
técnicos temperamentales se sienten en el banquillo y
discutan a la vez las decisiones de los jueces de línea.
Mejor sería, digo yo, que uno de ellos eligiera un lugar en
la tribuna y le dijera al otro todo cuanto podría servir de
ayuda para su equipo. Les valdría más.
En este caso, me imagino que no habrá excusas por la falta
de teléfonos portátiles. Puesto que de tales artilugios está
sobrado el presidente. Toca enmendarse en todos los
aspectos. Que así sea.
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