De nuevo la arena ha ido, por
acción del último temporal de levante, a depositarse en los
márgenes del Foso Real para volver a una imagen incluso peor
que la de hace más de treinta días cuando se decidió
finalmente traer una draga que liberara de arenas la salida
del foso y más tarde una draga de menor calado para limpiar
el canal.
La situación ahora parece peor que antaño y todo ello pese a
que la actuación -se supone- se ha ejecutado o se está
ejecutando. El problema que se suscita comienza a tomar
tintes notoriamente complicados, a tenor de las
informaciones que llegan desde la oposición a la plaza de
los Reyes, que apuntan a una inadecuada gestión para abordar
el problema surgido.
De este modo, los pescadores siguen sin poder faenar
atravesando por el antiguo canal navegable y, si bien un
temporal, del calado como el pasado, es capaz de arrastrar
la arena como la ha arrastrado, también debe ser justo decir
que algo no debió hacerse del todo bien en lo referente a la
empresa contratada que ha podido no ejecutar adecuadamente
trabajos como para evitar que, de nuevo, veamos el foso con
increíbles orillas jamás vistas hasta ahora.
Entre tanto, las investigaciones que se llevan a cabo
determirán las responsabilidades al respecto. Y mientras,
sólo debemos esperar -en principio- a que las explicaciones
aclaren el entuerto.
Casi desde que acabó el verano, la playa de la Ribera ha
sufrido constantes idas y venidas de camiones tierra arriba,
tierra abajo. Se ha practicado una fosa para evitar más
desplazamientos, pero aún así la arena ha vuelto a caer al
foso. Tanto, que ahora se ha pensado en acometer la
construcción de una escollera como medida definitiva
-esperemos- para evitar nuevos sedimentos en la salida del
canal.
Esta obra, que parece la del cuento de nunca acabar, debe
ser responsabilidad -por cómo se suceden los hechos- de
quien no realizó bien el trabajo desde un principio.
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