Espero y deseo fervientemente que,
todos ustedes usease todos vusotros, lo hayan pasado muy
bien estas navidades cenando, como está mandado, en familia.
Aunque, siempre, en las cenas como es casi tradicional,
alguno haya dicho alguna que otra sandez y la cosa, durante
unos momentos, se haya puesto “chunga”.
Que haya personas que encada cena navideña meta la pata, es
algo tan tradicional como la celebración de estas cenas
familiares en estos días tan señalados, donde debe reinar la
paz y la concordia.
Pero estoy seguro porque, siempre, es así, que de forma
rápida, alguien habrá salido a la palestra contando algún
chiste y, de esa forma, haya parado en seco al “gracioso” de
turno.
Oiga, amigo guardia, nada de asombrarse que esas cosas
ocurren en las mejores familias. Vamos, ya le digo, es algo
tradicional en esas cenas familiares de navidad.
A igual que la actuación de ese personaje que nunca falla y
mete la pata, seguro que en algunos hogares se ha comido el
consabido pollo navideño.
Aunque, la verdad, tengoque reconocer que los tiempos han
cambiado mucho y, hoy día, abundan en las mesas las carnes y
los mariscos.
Así que, haciendo memoria vieja, nos volveremos atrás a mis
tiempos de chaval, donde en la cena navideña, jamás podía
faltar el consabido pollo que daba para mucho.
De eso, de la cantidad de cosas que se podía hacer con el
pollo, saben muchisimo aquellas personas que han rebasado
los cincuenta tacos de almanaque. Servidor cree, contoda
sinceridad, que se aprovehaba hasta el kikiriqui del pollo.
Un pollo cargado de historia porque, el pollo, tenía su
propia historia.
El pollo en aquellos años difíciles era, en la casa de los
pobres, como el maná aquel que dicen que sirvió para
alimentar a todo un pueblo.
Poder tener un pollo, comocena de navidad era , en esas
casas carente de casi todo, un lujo que no todos podían
darse.
Porque ese pollo, como ese maná al que me refería antes,
servía para dar de comer a algunos que otros vecinos, con
los que se repartía lo poco que se poseía.
El que tenía el pollo ofrecía, al vecino que no tenía nada,
un caldito con su muslo o parte de la pechuga correpondiente,
con lo cual ya eran dos familias las que, gracias a ese
pollo, habían cenado la noche de navidad algo diferente al
resto de los demás días del año, donde había que conformase
con el celebre gaspachuelo, que no era más que agua caliente
aderezada con la clara de un huevo. La yema era para
dedicarla a otra cosa más importante.
Por todo ello, con el permios de ustedes, servidor a través
de estas líneas le quiere rendir un emotivo homenaje a los
pollos de aquella época que tanto juego dieron y que tanta
hambre quitaron.
Nada mejor, para ello, que relatarle la historia de un pollo
llamado “Pichi” que tuvo la enorme suerte de ser indultado y
morir como mueren los pollos indultados, de viejo.
A “Pichi” lo compraron, como se compraban por aquella época
los pollos, a un señor qe los llevaba en una caja llena de
agüjeros para que pudíesen respìrar por la cantidad de
veinticnco pesetas de las de entonces.
Lo cual, o sea esa cantidad, era un lujo que no todos se
podían permtir, pero que era la única manera de poder comer
pollo la noche de navidad, comprándolo de pequeño,
cuidándolo y alimentándolo dede que se compraba hasta esas
fechas navideñas, que por imperativo del asunto se le hacía
pasar a mejor vida, cortándole el “gañote”.
Ese era el final que les esperaba a todos esos pollos
comprados desde pequeños y criándolos hasta esas fechas
navideñas.
“Pichi” comprado de ese cajón, con su plumaje amarillo que
demostraba de forma palpable su juventud, era más listo que
el hambre, con una inmensa curiosidad por saber qué era todo
lo que encontraba a su paso mirándo, cada cosa nueva para
él, fijamente, con sus ojillos redondos , dándole picotazos
y paso hacia atrás no fuese a responderle aquello que,
timidamente, había picado.
El propietario de “Pichi” le enseñó a acudir cada vez que
lanzaba un silbido
“Pichi” no lo dudaba ni un sólo momento, escuchar el silbido
y correr haciendo batir sus pequeñas alas hacia donde
estabas su propietario era todo una.
El tiempo fue pasando y “Pichi” no olvidaba la enseñanza,
silbido que escuchaba de sudueñó, raudo batiendo alas hacia
donde se encotraba, dándole saltos a su alrededor y
siguiéndole después como un perro sigue a su amo.
El cariño entre dueño y “Pichi” , con el paso del tiempo, se
fue acrecentando, hasta tal punto que “Pichi” no siguió
eldestino que todos sus congéneres tenían marcado.
“Pichi” esas navidades, como era habitual en él, se colocó
al lado de de su dueño en la mesa, para que éste le fuese
dando pequeños trozos de loque estába comiendo.
“Pichi” murió de viejo y aún, hoy día, sigo recordando a
mifiel amigo.
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